“Chofer, apaga tus luces y haz lo que te diga; ustedes, saquen sus teléfonos y no habrá pedo”, gritó el hombre de aproximadamente 50 años.

Se acomodó la gorra negra de tal manera que la visera le tapara el rostro. Eran las 6:15 de la mañana y la camioneta de pasajeros circulaba por la avenida Reyes-Texcoco con dirección al Metro La Paz.

Iba casi vacía, sólo viajaban cuatro pasajeros, quienes habían subido en la sección Bosques de los Héroes Tecámac; la velocidad del transporte era lenta y no había música de fondo.

Los vidrios polarizados de la camioneta y la lámpara azul que iluminaba su interior daban la impresión de que las personas viajaban en un tugurio ambulante.

En la parada de la Central de Abastos de Ecatepec un grupo de personas abordaron; aún no salía el sol. La puerta se cerró y la pareja de ladrones se mostró.

El de más edad fue el encargado de violentar a los pasajeros. “Hijos de la chingada, que nadie se haga el valiente” amenazó. Sacó una escuadra, cortó cartucho.

El otro, de complexión robusta, más de un metro 80, no pasaba de los 40 años. Él era el tranquilizador, recibía los celulares de los pasajeros y los guardaba en una mochila.

Se comunicaban por radio con unas personas. Al parecer, la camioneta de pasajeros era seguida por una moto y un auto, así lo refirieron las víctimas.

Todo ocurrió rápido, no habían pasado más de tres minutos, minutos largos, eternos. “Dile a la moto que se vaya adelante, nos vamos en el coche”, ordenó el agresivo. Se bajaron en la termoeléctrica.

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