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Amalia Ávila tiene 63 años. Pasó los últimos 28 bailando en Dos Naciones, una cantina histórica de la Ciudad de México que cerró tras 70 años de operación, según su dueño, por problemas financieros. Las mujeres que vendían bailes, compañía y tragos a los clientes, como Amalia, dicen fueron despedidas sin darles una liquidación ni compensación por el tiempo que trabajaron, e iniciarán una demanda para que les sean reconocidos sus derechos laborales.

Cuando Amalia llegó a Dos Naciones, la cantina tenía más de 40 años y ya era reconocida por las ficheras como su principal atractivo. Ella no sabía bailar, pero tenía dos hijos que mantener y un matrimonio terminado. Los dos pesos que ganaba por baile le ayudaron más que lavar y planchar ajeno.

“Gané tanto dinero que, gracias a Dios, me dio muchas satisfacciones para mis hijos. O sea, lo que yo quise, lo que mis hijos necesitaban. A mi no me avergüenza porque no fue malo”, dice Amalia y aclara que su trabajo no es lo mismo que la prostitución.

“Tomar y bailar. Estar sentada con un cliente es bonito, porque no todos los clientes son felices en su casa, y vienen a que uno los escuche porque tienen muchos problemas. Y a veces un poquito de baile los distrae”, dice.

En 2014 Dos Naciones cerró de manera temporal por 15 días. Amalia y otras mujeres que fueron despedidas sin liquidación iniciaron una demanda ante la Procuraduría de la Defensa del Trabajo de la Ciudad de México, contra su patrón Christián Ruiz.

“Así me dijo: si quieres seguir trabajando ahí está el trabajo. Pero si quieres seguir con la demanda también lo puedes hacer. Este es un juicio largo, me dijo, pero si tú quieres, adelante. Porque yo puedo comprar a los licenciados y no te doy nada”, asegura que tras la amenaza regresó a Dos Naciones. Tiempo después su patrón le retiró el sueldo de 100 pesos que le daba diariamente.

“Odio a los hombres machistas”. Saraí López mesereó y bailó los últimos seis años en la cantina. Tiene 32 años y tres hijos menores de edad. Le gustaba su trabajo por dos cosas: el baile y la posibilidad de sacar adelante a su familia como mamá soltera. Lo que más le molestaba eran “los hombres machistas”, con quienes tuvo que enfrentarse para dejar claro que sólo pagaban para bailar.

“Odio a los hombres machistas, por eso yo casi de sentarme a compartir la mesa con las personas, preferiría la charola, antes de hacerlo si no era un conocido. Porque hay hombres que te dicen, ¿una ficha cuánto? ¿a qué tengo derecho?”, dice.

La mujer tiene que seguir trabajando en otros bares para sostener los gastos. “A mis hijos no les pienso quitar nada”, explica. Aunque no está segura por cuánto tiempo podrá seguir trabajando en las cantinas, sabe que es indispensable que comiencen a respetar a quienes trabajan en el giro.

“Los hombres son muy locos, de pronto te quieren ver hacía abajo. De pronto se niegan, pero ¿por qué cobras tanto, qué rompí? Entonces, es duro. Nos señalan. Vida fácil no es”, explica.

Los cantineros son como las ficheras: venden tragos y escuchan.

A José Julián Bautista su suegro lo llevó a trabajar a la Dos Naciones en 1997. Inició como garrotero. Vivió los mejores años del lugar. “Inclusive a nosotros mismos nos hacían a un lado para poder bailar.”, recuerda.

No se siente diferente a sus compañeras. “Llegabas a tu trabajo y te decían: qué crees que me pasó en la calle, en el trabajo, en la casa. Y sí, te toca estarlo escuchando, convivir un rato”, dice.

La forma como concluyeron 20 años de trabajo en Dos Naciones lo tomó por sorpresa. Él y sus compañeras aseguran que no fueron advertidos hasta el mismo día del cierre. “Sabíamos que tenían problemas con el dueño del local. Pero nunca nos imaginamos que fuera tan grave, nada más que así de un día para otro”, lamenta.

Para Julián lo más difícil es encontrar un nuevo trabajo para sostener a su familia. Sus años en una de las cantinas más famosas de la Ciudad de México fue un motivo de felicidad que ahora es un problema.

El propietario de la cantina, Christián Ruíz, quien heredó el negocio de su abuelo, asegura que el cierre se dio por las altas rentas, y que no tiene dinero para liquidar a quienes trabajaron por décadas para su familia.

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