De moda entre vegetarianos, veganos y foodies enfocados en la nutrición, el kale es una verdura europea que recientemente ha ocupado el primer puesto en la gastronomía saludable.

Ha sido cultivada a lo largo del tiempo en Alemania, Países Bajos, España y el norte de Europa. Biológicamente está emparentada con la col, siendo llamada también “col rizada”o “berza”.

Sus propiedades nutrimentales la han vuelto la favorita, ya que en una porción de 100 gramos, la col rizada proporciona tan sólo 49 calorías por su elevada proporción de agua, además de ser muy rica en vitamina K y tiene más del 20% de contenido recomendado de vitamina A, vitamina C, vitamina B6, ácido fólico y manganeso.

Entre sus otros compuestos benéficos en menor medida están la vitamina B1, B2, B5, E y minerales dietéticos, incluyendo hierro, calcio, potasio y fósforo. Es alcalino, anti-inflamatorio y antioxidante. Además de que se ha probado que sus compuestos ayudan a evitar el cáncer, regula el colesterol malo y disminuye algunos síntomas de artritis, asma y enfermedades autoinmunes.

Por caloría, el kale tiene:
Más hierro que la carne de res
Más calcio que la leche
10 veces más vitamina C que la espinaca.

De sabor fuerte y amargo, el kale se puede comer crudo o cocido, aunque el favorito de sus fanáticos norteamericanos es en jugo concentrado de la planta cruda, ya que así no pierde ninguna de sus propiedades. También se dice que el sabor del kale sabor mejora con la refrigeración o congelandolo, haciéndolo más dulce.

Por su contenido en fibra y proteínas, el kale hace que se sacie el organismo con pocas calorías, por lo que su uso en dietas para perder peso es aconsejable, así como para deportistas.

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