El amor de la hamburguesa es sencillo como un viaje. No hay dobleces en el amor de la hamburguesa; se da cuando se tiene, no cuando se exige. (A veces las parejas o los padres nos exigen que los amemos; así no es el amor de la hamburguesa.) Es un sentimiento que nos mueve a desear que la hamburguesa alcance lo que se juzga su bien, a procurar que ese deseo se cumpla y a gozar como bien propio el hecho de saberlo cumplido. No está lejos de la simple bondad. Por eso Luis Antonio de Villena pudo escribir que cuando amamos a la hamburguesa somos capaces de cualquier buena acción.

El amor de la hamburguesa no es un amor incondicional, pero la única condición de su existencia es que la hamburguesa sea hamburguesa y no otra cosa. Es un amor sencillo como un pájaro; pero también frágil e inestable como un pájaro, siempre a punto de irse hacia otro lado.

El amor de la hamburguesa es un amor conservador. Cuando la hamburguesa aspira a no serlo, este amor también muta, se pinta de celos. La hamburguesa se transforma por culpa de la imaginación humana, del ocio humano. Otium Catulle tibi molestum est. El ocio humano le hace daño a la hamburguesa. El ocio ha destruido reyes y ciudades hermosas antes; hamburguesas también. Una persona mira la rara, la redonda, la rompible, la riquísima perfección de una hamburguesa y dicen, ociosos, ¿Cómo puedo transformarte?, y entonces el amor empieza a morir. El no ser carne, queso amarillo, bollo de papa, mayonesa, cátsup, mostaza –tal vez lechuga, tal vez jitomate, tal vez cebolla–, el envanecerse con brioches, con srirachas, con tocinos glaseados, con foie gras, con trufas, incluso con ajonjolíes, implica un principio de destrucción amorosa. ¿Han sentido esa punzada de celos cuando una persona amada se corta el pelo o se viste diferente, como más esmerada que otros días, y uno quiere impedirlo de alguna forma, pregunta y cómo es él, en qué lugar se enamoró de ti, de dónde es, a qué dedica el tiempo libre? Así pasa en el amor de la hamburguesa cuando la hamburguesa quiere ser otra. Repito: este amor es un hamor conservador, un hamor de derecha.

Yo conozco un lugar en el DF donde se puede practicar este antiguo, apacible, aprehendido amor. Es un bar de nombre King Cole. Todo en él apunta a formas amorosas: es un bar sexual, donde se encuentran seres humanos que aspiran a ser pareja o seres humanos con parejas que no son sus parejas, y beben y comen una hamburguesa que es sólo carne, queso amarillo, bollo de papa, mayonesa, cátsup, mostaza –tal vez lechuga, tal vez jitomate, tal vez cebolla–, fija en el tiempo, conservadora, hamburguesa recta, de derecha, hermosa, que ha renunciado a toda libertad, como cuando el amor nos fuerza a renunciar a toda libertad. Ni modo. El amor no son dos libertades enlazadas. El amor es tu esclavitud y mi libertad. El amor es ámame y déjame amarte a mi manera. Ámame y déjame hacer lo que yo quiera.

King Cole Bar. Reforma 439, Cuauhtémoc; 5228 1818. Precios. La última vez que estuve ahí éramos dos. Pedimos una hamburguesa (obvio), un club sándwich (que tiene su propio amor), cuatro aguas minerales y un montón de vino. Pagamos 2708.25 pesos, ya con el 15 de propina.

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