El cocinero autodidacta Heston Blumenthal se embarcó en un viaje de exploración y descubrimiento culinario que lo llevó a la apertura en 1995 de The Fat Duck, en Bray, Inglaterra, lugar que le ha valido tres estrellas Michelin.

A inicios de este año todos los miembros de cocina, incluyendo el equipo de cocina, la vajilla y cubertería, se mudaron a un hogar temporal en Melbourne, Australia, para una estadía de nueve meses. La migración de The Fat Duck a Australia tuvo dos objetivos: en un nivel práctico, se sometió a renovaciones el edificio del siglo XVI que alberga el restaurante, incluyendo el mantenimiento estructural, remodelación y una cocina nueva, pero sobre todo, ha permitido centrarse en la evolución del restaurante.

"Cada plato en The Fat Duck siempre ha tenido una historia, una razón de ser. Quería evolucionar más que nunca los elementos particulares, para ofrecer a los comensales una experiencia más amplia y personal. Además de ofrecer también algo más individual, como un menú hecho a medida que combine todos mis descubrimientos hasta el momento: la narración de historias; una experiencia multisensorial, con nostalgia lúdica y recuerdos", explica Blumenthal.

Un menú catalizador

The Fat Duck comienza esta etapa con un nuevo menú que toma la forma de un mapa y utiliza como marco un día en la propia infancia del chef.

"Va a ser un gran viaje desde el instante de reservar la mesa: la emoción aumentará hasta salir de The Fat Duck", comenta. "Describo mis memorias de una fiesta infantil llena de aventura, curiosidad; descubrimientos y la alegría que se extiende por un día. El menú con todos estos elementos va a actuar como un catalizador para traer los propios recuerdos. Se trata de unir a las personas para utlizar todos los sentidos y activar así la memoria como: dónde estabas y con quién, lo que comiste y cómo lo comiste. En sí tu propio viaje de vacaciones", señala Blumenthal.

Todos los elementos del servicio participarán en el viaje sensorial con platillos que se presentan envueltos en paquetes individuales de cereal o que emulan una caminata por la pradera húmeda como “Damping through the boroughgroves”. Visitar The Fat Duck impone replantear las expectativas en cada plato, conectando el mapa mental del gusto con los sentidos.

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