En estos días de Semana Santa en muchos lugares recordamos la hermosa historia del pueblo judío a la que pertenece la celebración de la Pascua y que se conoce como Pésaj. Este momento es un vínculo —¡y qué vínculo!— que se une a la gran historia de la Pascua cristiana. Es el paso de la esclavitud a la libertad y de la muerte a la vida. Por supuesto, cuando a estas historias se le agrega la Fe, las dimensiones son enormes y para siempre.

Las lecturas de los tres días santos (el triduo pascual: jueves, viernes y sábado) están marcadas por circunstancias que se refieren a pasajes religiosos, en lo específico la huida de Egipto y la vida y muerte de Jesús, pero que también nos recuerdan la triste realidad de todos los días en nuestras calles y en nuestro país: juicios injustos, prisiones preventivas de oficio, violaciones al debido proceso, excesos de autoridad, víctimas excluidas, mujeres discriminadas, autoridades que sólo quieren ver el espectáculo, silencios cobardes, omisiones cómplices y cobardía generalizada frente al poderoso: la autoridad romana o el pueblo.

Por ejemplo, una de las grandes narraciones de la Semana es la del proceso de Jesucristo y que nos puede servir para interpretar la actitud de un gobernante frente al poder. Particularmente, en la parte en que se refiere a la pregunta planteada a Jesucristo por Pilato:

Pilato pregunta: “¿qué es la verdad?” (Jn., 18, 38), pero no espera a la respuesta de Aquél a quien interroga. Lo que hace es voltear inmediatamente al pueblo para preguntarle. Busca no la verdad, sino su aprobación, cómo quedar bien con el “pueblo sabio”. Y el pueblo decide condenar al justo. Pilato ya no se pregunta nada, pues no le conviene y sólo atiende al mecanismo de poder; según Pilato no tiene ningún límite pues el pueblo le reconoce el poder, lo siente y lo asume.

En esa misma lectura, hay otro momento: Pilato le recuerda a Jesús que tiene autoridad “para soltarte” y “para crucificarte”. Jesús le reconoce el poder jurídicamente hablando, pero le recuerda que tiene límites al decirle que se “le ha dado de lo alto”. Pilato manipula a su modo el poder, trata de lavarse las manos y hacer responsable al pueblo, pero toma su decisión y consiente la condena a Jesús.

¿El poder del Estado tiene límites? Sí los tiene. Debe tenerlos. Y no deben depender del capricho de quien gobierna —por muy grande que sea el apoyo popular—, ni del arrebato de la masa en la plaza pública.

Afortunadamente, en estos días, también encontramos lecturas que nos hablan de la libertad, el servicio, el compromiso, la entrega, la humildad, el perdón y la reconciliación, la Esperanza, la Vida, el amor. Son días importantes para muchos de nosotros y reflexionar sobre temas religiosos y relacionarnos con la realidad nos ayuda a ser mejores personas.

Feliz Pésaj, y ¡Felices Pascuas de Resurrección!

POR CIERTO: en esas narraciones del proceso de Jesucristo, las mujeres salimos ganando. Siempre del mismo lado, siempre ahí: acompañando, trabajando, con sus silencios, con sus pensamientos, sus preguntas y su palabra. Pero siempre ahí …y por eso: las primeras en saber de la Resurrección.

Abogada

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