Previo a mis comentarios, permítanme extender una sincera felicitación a EL UNIVERSAL, por su 101 aniversario, más de un siglo de narrar el diario acontecer que teje nuestra historia, la de México y la del mundo, fiel a su misión de informar con responsabilidad.

Cuando apenas en el zócalo capitalino se izaba la bandera nacional a media asta, en señal de duelo por los estragos causados por los terremotos que en septiembre de 1985 estremecieron la tierra de la antigua Tenochtitlan, una fatal coincidencia, exactamente 32 años después, un nuevo sismo sacudía diversas zonas de nuestro país.

Tras los sismos de los días 7 y 19 de septiembre pasado, entre el dolor y la esperanza, el rostro de México se transformó. Ante un escenario devastador, la solidaridad de los mexicanos resurgió como parte de nuestra identidad.

Frente al derrumbe y la sacudida de viviendas, de edificios, de parte del patrimonio histórico de nuestro país, la sociedad mexicana se cimbró y afloró, como en otros momentos de nuestra historia, su espíritu de unidad, cooperación y fortaleza, como sólidos cimientos sobre los cuales habremos de emprender las tareas de reconstrucción.

En estos días la sociedad demostró lo que es capaz de hacer por su país, por sus compatriotas, por sus hermanos, se despojó de egoísmos y dio rienda suelta a la solidaridad, a la ayuda mutua.

Hemos visto personas donando víveres, herramientas, productos de primera necesidad, dando alojamiento, preparando comida y otorgando vestido a quienes no solo han perdido su vivienda, su negocio, el producto de su esfuerzo y trabajo de toda una vida, sino, desgraciadamente a quienes también han sufrido la pérdida de seres queridos.

Hemos visto a hombres y mujeres luchando hombro con hombro, en simbólica cadena humana, para rescatar de los escombros a personas atrapadas.

Hemos visto a jóvenes de manera heroica y ejemplar poner a disposición de los demás la fortaleza de su juventud, aportando sus manos, vehículos, para en medio de la incertidumbre, el dolor y el caos, sin perder la calma, con firme decisión, ayudar organizadamente.

Recordando las palabras que Octavio Paz escribiera con motivo de los sismos de septiembre de 1985: “La reacción del pueblo de la ciudad de México, sin distinción de clases, mostró que en las profundidades de la sociedad hay —enterrados, pero vivos— muchos gérmenes democráticos… semillas de solidaridad, fraternidad y asociación… (Que) han vivido dormidos en el subsuelo histórico de México”.

Esa es nuestra esencia. La que hoy rescatamos de los escombros.

Estos tristes acontecimientos nos dejan un fructífero legado; en pocos días experimentamos un cambio profundo, asomaron en nuestros compatriotas esos valores a los que aludía Octavio Paz, en los que trasluce, como mudo testigo, el amor a México y el orgullo de ser mexicanos.

El epílogo de este episodio tiene que ser conservarlos y encauzarlos en nuestra vida cotidiana. Si nuestros jóvenes lo tienen presente, México tiene un futuro prometedor.

Las instituciones, sacudidas también por este desastre natural, de igual manera habrán de salir fortalecidas.

A quienes somos servidores públicos, toca una tarea superior: cumplir a cabalidad y con absoluta responsabilidad nuestras funciones.

Ante estos hechos que vivimos, el anhelo de justicia y de protección a los derechos fundamentales de las personas, crece y encuentra eco en diversas expresiones que como siempre habrá de enfrentar y encauzar el Poder Judicial, como punto de equilibrio en la sociedad y garante del Estado de Derecho. Nuestra solidaridad y compromiso con todas y todos los mexicanos.

Si esta experiencia ha logrado cimbrar en lo más profundo la conciencia de los mexicanos; brotar los valores que hoy definen a nuestra juventud; ver sus manos entrelazadas por igual, sin distinción de sexo, credo, raza, estrato social o económico, eslabones de la misma cadena, estoy cierta que podemos abrigar con optimismo la posibilidad de un cambio.

Hacer de la solidaridad un esfuerzo sostenido para la reconstrucción de un nuevo México, sin prejuicios, sin violencia, sin discriminación, alcanzar la anhelada igualdad de oportunidades para todas y todos en un ambiente de reconocimiento y pleno respeto a nuestras diferencias, una sociedad auténticamente democrática.

Ministra de la SCJN.
@margaritablunar

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