Hoy celebramos el 64 aniversario del reconocimiento del derecho al voto de las mujeres en nuestro país, en conmemoración de aquel 17 de octubre de 1953 cuando en el Diario Oficial de la Federación se publicó el Decreto de reformas a los artículos 34 y 115 de la Constitución Federal, que incorporaba a las mujeres como ciudadanas mexicanas con plenos derechos.

Una fecha relevante, pues el derecho al sufragio permitió a las mujeres no sólo acudir a las urnas a votar, sino también a ser votadas para acceder a los cargos de elección popular, lo que constituyó la puerta de acceso a su participación activa en la vida política del país y su influjo directo para el reconocimientos de otros derechos que la colocaron, al menos formalmente, en un plano de igualdad frente al hombre.

De las mujeres que dieron férrea batalla para obtener el reconocimiento del derecho al voto en la Constitución de 17, destaca Hermila Galindo, que en su osadía, se convirtió en la primera candidata a una diputación federal en nuestro país.

Mujer preparada y extraordinaria oradora, que colaboró con Venustiano Carranza en la lucha constitucionalista, junto con Edelmira Trejo, llevaron al Constituyente la demanda del voto femenino, encabezando a un nutrido grupo de mujeres que se manifestó a las puertas del Teatro Iturbide de Querétaro, donde sesionaba el Congreso con la siguiente petición: “Es de estricta justicia que la mujer tenga el voto en las elecciones de las autoridades, porque si ella tiene obligaciones con el grupo social, razonable es, que no carezca de derechos. Las leyes se aplican por igual a hombres y mujeres: la mujer paga contribuciones, la mujer, especialmente la independiente, ayuda a los gastos de la comunidad, obedece las disposiciones gubernativas y, por si acaso delinque, sufre las mismas penas que el hombre culpado. Así pues, para las obligaciones, la ley la considera igual que al hombre, solamente al tratarse de prerrogativas, la desconoce y no le concede ninguna de las que goza el varón.”

El 26 de enero de 1917 se discutió ésta y otra iniciativa que presentó el general Salvador González Torres, representante de Michoacán. El dictamen fue contundente: “… El hecho de que algunas mujeres excepcionales tengan las condiciones necesarias para ejercer satisfactoriamente los derechos políticos, no funda la conclusión de que éstos deben concederse a las mujeres como clase. La dificultad de hacer la elección autoriza la negativa… La diferencia de los sexos determina la diferencia en la aplicación de las actividades; en el estado en que se encuentra nuestra sociedad, la actividad de la mujer no ha salido del círculo del hogar doméstico, ni sus intereses se han desvinculado de los de los miembros masculinos de la familia; no ha llegado entre nosotros a romperse la unidad de la familia, como llega a suceder con el avance de la civilización; las mujeres no sienten pues, la necesidad de participar en los asuntos públicos, como lo demuestra la falta de movimiento colectivo en ese sentido… en las condiciones en que se encuentra la sociedad mexicana no se advierte la necesidad de conceder el voto a las mujeres.”

El dictamen, no obstante, como advirtió el constituyente Félix Palavicini, “dice que tienen voto todos los ciudadanos, está el nombre genérico… y yo deseo que aclare la Comisión en qué condiciones quedan las mujeres…”.

Aduciendo justo esta circunstancia, en 1918 Hermila Galindo se convirtió en la primera candidata a una diputación federal por un distrito electoral de la capital del país y aunque se reconoció su calidad de candidata, no así a sus adeptas el derecho a votar.

Periódicos de la época, como este diario, en su edición del 3 de marzo publicaba: “¿Quién no conoce a la simpática y ardorosa partidaria y propagandista del Constitucionalismo? ... las giras de Galindo por todo el país, le han dado ‘envidiable renombre’. Sin embargo, su pretensión de ser electa diputada ha sido materia de asombro y no en empecatados retrógrados, sino en correligionarios de la buena causa, que miran en ello, con la mejor buena fe, no pocos peligros, precisamente para el triunfo de la magna obra”.

Su derrota era de esperarse, y más que eso. La ambigüedad que bien aprovechó para contender, no se pasó por alto y en ese mismo año provocó la reforma de la Ley Electoral Federal que estableció el sexo masculino como requisito para participar en las elecciones.

Su lucha, a la postre, dio fruto al ser aprobada la iniciativa de reformas a la Constitución que presentó el presidente Adolfo Ruiz Cortines que, cumpliendo un compromiso de campaña, confirió el voto a la mujer.

Desde entonces, los avances han sido evidentes, no obstante, aún falta camino por recorrer hacia una sociedad auténticamente democrática, en que la igualdad sea una realidad y no una constante demanda.

Ministra de la SCJN.
@margaritablunar
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