En días recientes tuve la oportunidad de disfrutar algunos de los múltiples ríos y cascadas que embellecen la selva Lacandona. Magníficos sitios prehispánicos como Yaxchilán, Palenque y Bonampak; ciudades virreinales como San Cristóbal y Chiapa de Corso. Además de la rica culinaria y la amabilidad chiapanecas. En este estado se pueden distinguir ocho etnias distintas y más de 28 dialectos de origen maya.

La pluralidad y diversidad étnica, lingüística y cultural de este estado fronterizo se reproduce en sus distintas manifestaciones en las 32 entidades federativas que conforman la nación mexicana. Con distintos orígenes, hábitos y costumbres, se cristaliza el pueblo de México, rico mosaico de expresiones diversas, pero todas con la marca México.

Pueblo, nación y sociedad mexicana pueden ser sinónimos, pero no hay antónimos. Lo que no es posible es fragmentarlos o segmentarlos. No puede haber el pueblo mexicano y los otros (el no pueblo). Tampoco puede hablarse de distintas sociedades mexicanas ni de distintas nacionalidades mexicanas. Quien lo pretenda no sólo incurre en aberraciones semánticas. La intención de dividir una sociedad es el pecado más grave en el que puede incurrir un político cuya principal función es la conciliación de intereses.

Resulta preocupante escuchar a un jefe de Estado hablar despectivamente de un segmento de la sociedad usando categorías artificiosas (“los fifís”) con el propósito de descalificarlos frente al resto. El mejor camino para polarizar una sociedad. En este caso, también para paralizar la actividad productiva, las inversiones, lo que detona el crecimiento, el empleo y el bienestar de una nación. Ahora los buenos son los que forman parte del nuevo gobierno. Los impolutos frente a los corruptos del sector privado. Los obreros bolcheviques no sólo se apropiaron de las fábricas durante la Revolución de 1917, destruyeron la maquinaria para no contaminarse del antiguo régimen, como si los artefactos tuvieran ideología.

A eso suena el espíritu purificador del nuevo gobierno. Funcionarios públicos y actores económicos no deben mezclarse ni por casualidad. Así lo marca la nueva iniciativa enviada al Congreso sobre la austeridad pública. Pero tampoco se vale criticar al nuevo gobierno, pues criticar a los voceros del pueblo sería tan fuera de lugar como criticar al sacrosanto pueblo, no importa si es la mitad, un tercio o el 1 % de la población como sucede con las actuales consultas, ejercicio que más se parece al espejito de Maléfica que a un práctica democrática del siglo XXI.

Las peores tragedias políticas del siglo XX surgieron de discursos populistas. Sin embargo, no existe en el siglo XXI un solo país que se haya construido sobre este discurso que constituya un modelo a imitar. ¿Cuál es el modelo para la Cuarta Transformación? Ni siquiera existe un ideario para ésta, más allá de dedos flamígeros y de la pretensión de que el Estado dicte la moral individual.

Vuelvo a Chiapas y lo que percibo es la necesidad de apoyo técnico para impulsar proyectos comunitarios, de carreteras decentes, de tecnología de comunicaciones, de habilidades gerenciales para el turismo, de educación de calidad y, claro, de inversiones productivas para generar empleo.

El pueblo mexicano es trabajador, dedicado y con esperanza. No pretendan inventar lo que ya existe. Lo que menos necesitamos son más promesas y moralinas, que ya tienen saturada nuestra memoria histórica. Limpiar el Estado es responsabilidad del Estado, hagan lo suyo y pronto, con resultados y sin tanto aspaviento. Su misión es conciliar intereses y facilitarnos la vida al 99% de los mexicanos que no somos gobierno. Hagan lo suyo y déjenos hacer lo nuestro. No pretendan ser lo que no les toca, ni convertirnos en lo que no queremos ser.

Consultor en temas de seguridad y política exterior.
lherrera@ coppan.com

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