Recomienda Timothy Snyder prestar atención a las palabras peligrosas: ver Sobre La Tiranía. Veinte lecciones que aprender del siglo XX. (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2017).

Cuando la serpiente del totalitarismo emerge de su huevo, exhala conceptos para que los ciudadanos sean obsequiosos con los abusos del poder. Dejarlos pasar, sin reparar en las amenazas que encierran, sin rebatirlos de inmediato, constituye un grave error y una omisión con graves consecuencias. Snyder comenta palabras como excepción, terrorismo, extremismo; que suelen utilizar los gobiernos para sacrificar la libertad prometiendo seguridad. Pero la precaución se debe tener también con otras frases que pueden esconder la misma amenaza.

En días recientes se lanzó el concepto de “Hegemonía Democrática”. Se alude, inofensivamente, al amplio poder que AMLO-Morena han conquistado democráticamente en las urnas. Es cierto que su mayoría es indiscutible, pero, hay que decirlo fuerte desde ahora, eso no le otorga un derecho hegemónico, entendido como dominación arbitraria.

Señala la revista Voz y Voto en su número de septiembre: “La votación alcanzada por el ahora presidente electo otorga a su mandato una fuerza que hace lustros no tenía el titular del Ejecutivo federal; esa realidad inobjetable no autoriza, sin embargo, a interpretar el voto mayoritario (53 por ciento) como permiso para ignorar a la otra parte del electorado y de la sociedad, el 47 por ciento que votó por otros candidatos, otros partidos, otros proyectos…”.

En el mismo tenor se expresó la senadora Martha Cecilia Márquez Alvarado (PAN–AGS) el pasado 6 de septiembre:

“Nuestra democracia, permite que el gobierno de hoy, mañana sea oposición y que la oposición mañana sea gobierno. No hay hegemonía democrática: ¡Las hegemonías solo se anidan en los cenáculos totalitarios!”.

“En democracia, aún con la existencia de una mayoría amplia, lo que se practica es el debate, el diálogo, la negociación para construir el bien superior de la República”.

Citó las tesis de Adolfo Christlieb Ibarrola líder panista en el aciago año del 68:

“En una democracia, la oposición representa un derecho, el derecho de oposición… deriva su fundamento no de una tolerancia gubernamental, sino de la libertad misma del hombre que actúa en una sociedad heterogénea (…).

“La oposición no es posterior al poder; es contemporánea y coexiste con el mismo. El poder y la oposición, afirma Burdeau, nacen juntos como el objeto y la sombra, son dos caras de una misma realidad y sus destinos están ligados” (Democracia y Oposición. (Excélsior 29/05/1969).

La mayoría, con legitimidad de origen democrático, pierde esa cualidad cuando actúa con prepotencia utilizando su fuerza política, gubernativa o parlamentaria para imponer decisiones y leyes injustas. Al cruzar esa frontera, se convierten en poder ilegítimo y entra en la ruta del autoritarismo, cuyo destino final puede ser el totalitarismo.

Algunas actuaciones recientes de Morena, pueden calificarse como atropellos hegemónicos.

El constitucionalista Elisur Arteaga Nava desde las páginas de Proceso (https://www.proceso.com.mx/- 550313/asi-no-se-lograra-la-cuarta-tranformacion) comenta las violaciones “reiteradas y groseras” en las que ya incurrió Morena. Con una maciza argumentación jurídica, enlista los casos de Nestora Salgado, Napoleón Gómez, Olga Sánchez, el burdo trastupije con el Partido Verde para tomar el control de la Cámara de Diputados mediante la licencia a Manuel Velasco Coello en el Senado. En todos, sostiene, se ha violado la Constitución.

Y se duele: “Nos comprometimos a realizar un cambio verdadero; y este únicamente se puede alcanzar dentro de la ley”.

Analista político. @L_FBravoMena

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