El carácter de los nuevos entendimientos en la política nacional comienza a revelarse. Selecciono dos casos:

1.— Nuevo León: primer fraude electoral en la Cuarta Transformación. A la burda resolución del tribunal electoral del estado, controlado por la facción medinista del PRI, para anular los triunfos electorales del PAN en los municipios de Monterrey y Guadalupe, le precedieron dos hechos que demuestran el estilo de las nuevas alianzas en las que parece sustentarse el nuevo ciclo político: la exoneración del ex gobernador Medina por delitos de peculado y daño patrimonial al estado; y la tranquila cesión, por orden de ese mismo órgano jurisdiccional, de dos diputaciones locales que correspondían a la Coalición Juntos Haremos Historia, en beneficio de dos personajes ligados al mismo ex mandatario.

La burla a la voluntad de los ciudadanos neoleonenses no termina ahí; decididos a borrar cualquier vestigio de respeto al voto, han urdido otra maniobra en la Sala Regional Monterrey del TEPJF, para forzar la anulación de la victoria de los candidatos a senadores de MC y del PAN. ¿Los beneficiarios?, el lector supone bien: los postulados por el tricolor.

Lo que se observa en el primer plano de esta escena es una disputa electoral. Pero en su trasfondo se encuentra el emergente entramado del poder político: la fusión de actores e intereses viejos y nuevos.

2.— Patética y plácida despedida de Peña Nieto. Previo a la entrega de su VI Informe, el aparato de comunicación a su servicio diseñó un despliegue de entrevistas; no se sabe si para recordarle al público que aún es el Presidente o para tratar de elevar un poco su imagen, a fin de que en los últimos sondeos mejore el juicio sobre su administración.

No han logrado ni lo uno ni lo otro. Por el contrario, la aversión ciudadana a su gestión; atemperada por sus acercamientos preelectorales con AMLO, su inmersión en el estado de gracia popular tras la victoria de su opositor, así como por la entrega anticipada de la banda presidencial, renació con más fuerza al escuchar sus acartonados lugares comunes y ensayadas imposturas.

El Presidente se irá sin pena y sin gloria; ciertamente tranquilo, por la amnistía decretada de antemano por el nuevo Tlatoani. Nada tienen que temer él y los responsables del festival de corrupción en el que se convirtió este sexenio. Desde hace varios días jueces y fiscales carnales rehacen expedientes, aligeran acusaciones, dictan amparos y sentencias absolutorias para quienes hicieron del país un paraíso de rapiña.

Sin embargo, hay un problema: estudiosos serios e independientes de las finanzas públicas no le encuentran la cuadratura al círculo. Este gobierno dispuso de mayores ingresos fiscales; endeudó exageradamente al país; extrajo del Banco de México cuantiosos excedentes para cubrir sus agujeros presupuestales. A pesar de ello se frenó la inversión pública, sólo dispuso recursos para las obras faraónicas, que entregará inconclusas, en las que están enredados amigos y socios políticos. Fraudes y desfalcos salen a la luz cotidianamente.

Las preguntas de los ciudadanos y de las que el Congreso de la Unión debe hacerse eco en las sesiones de glosa del informe son: ¿dónde fue a parar ese dineral?, ¿quiénes son los magos de tan ruinosa prestidigitación en la hacienda pública?

Pese a las promesas de perdón y olvido, aquí veremos de qué pasta está hecha la mayoría morenista, aupada por el llamado de su líder a frenar la decadencia de México e iniciar su renacimiento. Será útil que lean, por lo menos, la introducción y el primer capítulo, titulado Banda de malhechores, de su libro de campaña. Esas palabras, a buen seguro, no se olvidarán.

Analista político. @L_FBravoMena

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