Después del primer debate entre los presidenciables, los comentócratas se ubican en dos posiciones sobre el efecto que podría tener en la desembocadura del proceso electoral.

Unos consideran que no modificarán radicalmente las tendencias encajadas previamente a la confrontación. Esto es, el candidato de Morena tiene una ventaja inalcanzable; otros pensamos que, dadas las emociones preponderantes en la mayoría del electorado, la composición de fuerzas en lucha y los proyectos de gobierno en juego; el ejercicio dialéctico del domingo si rompió la inercia favorable al tabasqueño y prefigura un duelo final entre Ricardo Anaya y López Obrador.

Lo anterior impacta, a querer o no, a los otros partidos y candidatos contendientes, a ciudadanos, fuerzas sociales y factores de influencia a redefinir posturas y estrategias, pensando en México y no sólo en sus legítimos intereses personales o de grupo.

Pero vayamos por partes. Luis de la Calle apuntó atinadamente aquí, en EL UNIVERSAL, que el ejercicio debería ser evaluado con dos indicadores: “rating y la discusión posterior que genere…” (Termómetro del Debate; 18/04).

Disponemos de información precisa sobre la primera variable: Javier Tejado Dondé en su columna Espectro, en este diario, nos entera: “Nielsen Ibope México señala que la trasmisión del debate alcanzó 13.73 millones de personas y que tuvo un share del 33%. Y agrega: “para tener una idea del impacto de este debate hay que señalar que rebasó al primer debate presidencial de 2012 en 81%. ¡Sorprendente Dato…!” (24/04).

Sobre el involucramiento de los usuarios de internet en el desarrollo del evento es lectura obligada el texto Laboratorio de Redes de Alfonso Cedeño, también aquí en el Gran diario de México, con el título, #DebateINE; comenta: “desde el sábado se ubicó como tendencia; sumando 480 mil menciones”. Relata la forma como la discusión entre los aspirantes a ocupar Los Pinos se expandió entre los internautas mientras estaban en escena en el Palacio de Minería y se mantuvo hasta lunes (24/04).

Con base en lo anterior podemos concluir que el debate del domingo sí tuvo un alto potencial para influir en la voluntad de electores.

Sobre el segundo indicador sugerido por De la Calle: la discusión subsiguiente que provoque; a tres días de haber visto, escuchado y valorado el desempeño de Anaya, Meade, López Obrador, Rodríguez y Zavala, se destacan tres aspectos en el análisis: AMLO se enconchó en su ventaja demoscópica, pero se le vio indolente, desacomodado, sin brillantez y abandonó el plató enfadado, con la descortesía de quién se sabe vencido. Anaya aprovechó con preparación milimétrica y precisión táctica la oportunidad para colocarse en la final. El resto no lo hicieron y se rezagaron.

Esta valoración supone que sobre el resultado final aún no hay nada escrito en piedra; faltan dos debates. Pero no cabe duda que ya obliga a diversos actores de la vida social, económica y política a dejarse de especulaciones y cálculos guajiros. Llegó la hora de encarar el escenario actual y construir el que más conviene en la noche-madrugada del 1o de julio. Hay que tomar posiciones y decisiones hoy, para no lamentarse los próximos 25 años lo que no se hizo en estas semanas previas a la cita en las casillas electorales.

En esa crucial, y para mucha dolorosa deliberación, no pueden soslayarse dos datos básicos que subyacen en el sendero que conduce a las urnas: todas las encuestas revelan que la mayoría de los ciudadanos desean un cambio de partido en el gobierno. Igualmente coinciden en que los dos sujetos políticos con mayor rechazo son el PRI y AMLO. Ambos se benefician de la pulverización de las opciones que pueden canalizar esas aversiones. La única estrategia que puede articular una salida constructiva a este crucigrama electoral es la apertura de Por México al Frente a nuevos componentes, con el horizonte de un gobierno de coalición plural e incluyente.

Ex presidente nacional del PAN.
@L_Fbravomena

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