Transparencia radical para todos. Sin filtros, sin sutilezas, sin autorización de sus custodios. Información en bruto, con nombres, fechas y datos. A solo un clic de distancia. Así es como Julian Assange imaginó que Wikileaks se convertiría en la plataforma ideal para publicar secretos filtrados, en particular los vinculados a guerra, espionaje y corrupción.

El impacto del método mostró al mundo la evasión fiscal del consorcio suizo Julius Baer. El banco proporcionaba a importantes clientes de Estados Unidos, Perú, Europa y China cuentas no declaradas, protegidas por el secreto bancario suizo. La filtración activaría una investigación por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos que develó una trama que involucra a otras 12 entidades financieras. Wikileaks difundió también “Asesinato Colateral”: el crudo video de un helicóptero del ejército estadounidense asesinando a 12 civiles en las calles de Bagdad, incluidos dos periodistas de Reuters. Estos iban “armados” con cámaras y libretas. La revelación de los “Diarios de Guerra” en Afganistán e Irak con más de 500 mil documentos confidenciales se convirtió en una avalancha de información, difícilmente digerible para el ciudadano común. Por eso un consorcio de cinco periódicos con reconocimiento internacional, se alió con la organización para revisar contenidos, proteger datos personales y hacer las publicaciones un poco más accesibles.

El fenómeno Wikileaks marcó una nueva era para el periodismo moderno con Assange como gran editor de los secretos mundiales. En trece años de existencia, el tamaño de la fuga de información fue enorme: más de diez millones de documentos al alcance de todos. Visto en perspectiva, Wikileaks no logró el cambio político deseado. Por el contrario, puso sobre la mesa una serie de cuestiones problemáticas. En primer lugar, la vulnerabilidad informática de las instituciones políticas y financieras. Los gobiernos y las agencias de seguridad expuestas modificaron métodos de registro, acceso y publicidad de información vinculada a seguridad nacional. Esto sin contar las leyes que restringen y penalizan su difusión. En segundo lugar Wikileaks aparece en la era en que el crimen organizado y las amenazas terroristas alimentan la necesidad de los gobiernos por mejorar las capacidades de control y vigilancia sobre los ciudadanos. Con las nuevas tecnologías, la disolución de los límites entre esfera pública y privada, soñada por los gobiernos totalitarios de antaño, es posible. Lejos de evolucionar hacia un mundo más abierto, con reglas claras sobre el interés público de la información, estamos frente a uno más contenido y paranoico.

El excesivo protagonismo de Assange ha mostrado a una organización llena de contradicciones. El documental Risk de Laura Poitras, muestra a un narcisista que se autodefine como una persona fuera de lo común, “con un complejo de dios”. Quizás esta sea la explicación de la difusión de correos de los equipos de campaña de Hillary Clinton y Emmanuel Macron, algo que claramente no contribuyó a fortalecer procesos democráticos.

Hace unos días, Ecuador decidió retirarle el asilo diplomático que gozaba el activista en su sede en el Reino Unido. El motivo expuesto fue la violación reiterada de las normas de convivencia. Hacer de este hecho un ataque frontal a la libertad de expresión es simplemente un exceso.


Coordinadora de la Red por la Rendición de Cuentas

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