Entre los temas urgentes para el gobierno mexicano la relación con Estado Unidos está en el top. Entre saber qué va a pasar con las negociaciones del Tratado de Libre Comercio que están en el limbo desde hace un par de semanas, a la crisis por la detención y separación de familias que se vive en los medios de comunicación de Estados Unidos y de la que en México solo se oyen susurros porque no parece políticamente prudente opinar de más, a riesgo de que nos apliquen un revire, porque pocos lo dicen por aquí, pero todos sabemos, que en México también se detiene, separa y posponen juicios de solicitantes de asilo. Pero como no es un escándalo nacional mejor criticar lo que pasa en Estados Unidos.

Este escenario parece que cambiará. Rápido, sin miramiento y de manera contundente. La nueva presidencia mexicana en periodo de transición tiene la legitimidad abrumadora de una mayoría que se expresó en las urnas con un mensaje muy claro: No solo no queremos más de lo mismo sino que queremos exactamente lo contrario.

En materia migratoria eso explica la entrevista telefónica inmediata que López Obrador tuvo con Donald Trump el pasado 2 de julio, pero salvo que el mandamás en Washington cambie estrepitosamente su tono de un día al otro, ante lo que hay que estar siempre preparados, las cosas pueden y deben cambiar 180 grados.

En la entrevista telefónica con Trump la percepción que quedó es que el presidente de Estados Unidos conoce a Andrés Manuel López Obrador de tiempo atrás, y desde sus códigos de éxito, lo considera un “winner”.

“Un día serás presidente“, dicen que le dijo en algún encuentro hace años. Esto no es poca cosa para un personaje que puede ningunear a otros sin el menor recato.

Si a eso le suman el hecho de que López Obrador tiene un respaldo electoral muy por encima de lo que el mismo Trump ni siquiera en sueños pudo conseguir, se traduce –en términos muy pedestres y bajo una lógica muy básica que funciona con Trump– en respeto, ingrediente fundamental de toda negociación y con el que no contábamos hasta ahora.

Desde esa base se plantearon nuevos elementos para la negociación de los dos países, que pueden llevar a una narrativa muy distinta. Para que la migración sea una opción y no la única salida de millones, México debe crecer y prosperar, algo que el modelo económico, como se aplicó, no permitió para la mayoría. Trump parece entender esta ecuación por obvia y por lo menos de entrada, coincide. El detalle es que esta propuesta viene acompañada de una visión regional que incluye considerar a la región centroamericana como parte del esquema, sin la cual no se puede siquiera pensar en un cambio de los flujos migratorios hacia Estados Unidos. “No voy solo”, parece decir López Obrador, “somos nosotros y unos primos que siempre me acompañan”.

Profesora-investigadora del Instituto Mora. @migrantologos

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