"No tenemos aliados eternos, pero tampoco enemigos perpetuos. Sólo nuestros intereses son eternos y perpetuos, y es nuestro deber ser fieles a esos intereses” (Lord Palmerston).

Una cita de Henry Kissinger en su libro Orden Mundial, Reflexiones sobre el carácter de los países y el curso de la historia para mostrar que las naciones más poderosas del orbe siempre privilegian el interés propio, aun si ello implica modificar acuerdos previamente establecidos. Todo cambia menos el hecho de que todo cambia dirían los dialécticos.

Hoy, la víctima de los tiempos de cambio es el TLCAN, y con él quienes apostaron todo a que dicho tratado sería el mecanismo de desarrollo económico y de competitividad en América del Norte. Durante años esgrimieron el argumento de que se había formado el bloque comercial más grande del mundo. ¿Puede existir sin TLCAN?

Todo eso ha terminado. El presidente de Estados Unidos lo dejó en claro desde el inicio de su campaña: al asumir su mandato se saldría del TPP, iniciaría la renegociación del TLCAN y modificaría la forma en que su nación se vincula comercialmente con el resto del mundo. Los organismos multilaterales no le son atractivos porque contienen un principio de equidad que no le es funcional, prefiere negociar uno a uno.

Los dos primeros pasos ya están dados, a tres días de iniciada su gestión terminó con el TPP y hoy la presión en la negociación del TLCAN va en aumento. Quienes no creían que esto pasaría, que solo era una estrategia de política electoral, hoy reconocen que existe una posibilidad real: el TLCAN puede terminar.

La presión de Donald Trump ha generado lo que hace un año era impensable: ya se escucha oficialmente que solo la mitad de las exportaciones de México se encuentran bajo las reglas del TLCAN, por lo que su posible terminación no sería tan dañina.

Lo que antes era un sacrilegio económico hoy es parte de una estrategia de negociación pero de forma implícita se reconoce lo que diversos estudios mostraron a lo largo de los últimos 15 años, el impacto del TLCAN es positivo pero limitado.

No debe ser una sorpresa, desde el inicio se sabía. Hace 20 años Bill Clinton informó a su Congreso que antes de la entrada en vigor del TLCAN la mitad de las exportaciones de México a su país ya entraban sin ningún arancel. Parece que el tratado no lo modificó.

En consecuencia se puede entender que algunos estudios en poder de la Oficina de Presupuesto de Estados Unidos señalen que los beneficios del TLCAN para su economía son positivos pero restringidos, la mayor parte en los 6 estados de la Unión Americana que concentran 70% del comercio con México y en donde Michigan tiene un déficit comercial con nuestro país que ha llegado a superar los 30 mil millones de dólares.

La fortaleza del TLCAN reside en la certidumbre legal que genera a las mil 700 empresas que concentran más de 500 mil millones de dólares de intercambio comercial entre Estados Unidos y México. Cerca de 70% de las mismas con más de 500 empleados. La mayor parte de dichas empresas son estadounidenses, europeas y asiáticas, en México solo algunos ejemplos excepcionales pueden mantener los niveles de productividad y competitividad que reclama el mercado estadounidense.

La debilidad del TLCAN ya se había observado desde las administraciones de George W. Bush y Barack Obama, cuando el proteccionismo fue más sutil y selectivo pero altamente efectivo. Varias empresas mexicanas se vieron afectadas por medidas que restringieron su entrada al mercado de Estados Unidos, ello a pesar del TLCAN.

El interés de Estados Unidos privilegió lo anterior y lo sigue haciendo pero de manera más abierta y frontal. Así se desprende de la Agenda 2017 de la Oficina del Representante Comercial de dicha nación: el primer pilar de su estrategia es la soberanía nacional, un principio minimizado y hasta olvidado por quienes confiaron en el dogma de que los acuerdos comerciales por sí solos traerían mayor competitividad, productividad y bienestar económico a la región.

El error fue enviar la parte productiva y de innovación tecnológica a otras regiones del mundo y haberse conformado con la maquila e importación de productos baratos, una visión de corto plazo que cobra factura para América del Norte.

Después de 10 meses se reconoce que el TLCAN podría terminar. Por ello es momento de reconocer que México requiere una estrategia de Fortalecimiento Productivo y Competitivo de su Mercado Interno para enfrentar este y otros desafíos que vendrán desde el exterior, en Europa también existen vientos de cambio.

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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