El tema de la violencia en Michoacán parece ser como el cuento de nunca acabar. El pasado viernes fue ejecutado a balazos, afuera de su casa, el presidente municipal de Paracho, Stalin Sánchez González. Con él, ya son siete los alcaldes en funciones asesinados en el estado en los últimos 9 años. Hechos violentos como éste nos deben hacer ver que problemas graves como es el de la inseguridad y el crecimiento de las bandas del crimen organizado no van a resolverse simplemente con actos de voluntad de los gobernantes. Son crisis de raíces tan profundas y con aristas tan complejas que no admiten soluciones basadas solamente en el voluntarismo político.

La situación por la que está pasando Michoacán es sumamente delicada. La violencia y la inseguridad causadas por el crimen organizado han alcanzado niveles peligrosos y se han convertido en el principal obstáculo para el desarrollo del estado. Es más que evidente que las cosas no caminan como las autoridades quisieran. Estamos ante una hora de grandes desafíos para las instituciones. Sucesos como los de Paracho nos recuerdan que hay mucho por hacer, y que la impunidad y la corrupción son los principales problemas que enfrentamos como sociedad, que mientras haya quien viole la ley y quien se ponga por encima de los demás ciudadanos sin recibir castigo, Michoacán no podrá mejorar hacia el futuro.

Algunos de quienes nacimos en Michoacán vemos con tristeza que son ya muchos los años que nuestro gran estado ha vivido a la sombra de la violencia, la corrupción y la impunidad. La vinculación directa o indirecta de gobiernos anteriores con los grupos criminales es un capítulo vergonzoso de nuestra historia que no se debe volver a repetir. Michoacán requiere de un gobierno firme que restablezca el Estado de Derecho, es asignatura pendiente y es la demanda más sentida de la sociedad. Los gobernantes actuales, tiene que estar a la altura de los enormes retos que enfrenta esta entidad, rica en historia y recursos naturales, y que hasta ahora sigue sumida en una grave situación de inseguridad que obstaculiza su marcha al desarrollo. Las autoridades actuales tienen que llenar los vacíos que dejaron las anteriores y que han sido ocupadas por las bandas criminales. No basta, como se ha hecho hasta ahora, con pedir el auxilio del gobierno federal, es indispensable contar con cuerpos policiacos locales más capacitadas y que pasen los controles de confianza.

Lo que Michoacán está viviendo hoy es el resultado de muchos años de abandono y negligencia de sus gobiernos locales. La situación que se vive en la entidad es dramática, ha llegado al límite, y requiere de la suma de los esfuerzos de todos: gobiernos y sociedad michoacana deben comprometerse con la recuperación y reconstrucción del tejido social, tan lastimado por la corrupción rampante y la impunidad cínica. Es urgente que se implementen políticas orientadas a la reconstrucción de una sociedad dañada en lo más profundo por años de corrupción y de indolencia, sólo así se podrá recuperar la confianza ciudadana.

Lo que a Michoacán le hace falta, es una nueva estrategia para la construcción de la paz. Una estrategia que no sea impuesta por los gobiernos, sino diseñada desde las bases, de la mano de la sociedad michoacana. Cada comunidad sabe dónde se necesita una escuela, dónde hacen falta canchas deportivas, dónde se requiere un centro de prevención de adicciones, y dónde una industria para generar empleos. Se requiere una estrategia donde cada quien ponga la parte que le corresponda para recuperar la convivencia civilizada, la tranquilidad y la prosperidad del estado. Solamente así podremos sacar a Michoacán del laberinto en el que autoridades omisas y corruptas lo han metido injustamente.

Abogado.
@jglezmorfin

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