Magisterio. Estamos a 20 días de que inicien las precampañas para formalizar las candidaturas a la Presidencia de la República. Y los medios están invadidos por nubes de confusión impulsadas por nuestros actores políticos en su lucha por ganar los puestos de primera línea que estarán en juego en las elecciones nacionales de dentro de 7 meses y siete días. Para estos personajes, la confusión no es un vicio de la vida pública, sino un recurso preelectoral que multiplicarán en las campañas y podría llegar a constituir la estrategia de comunicación de sus eventuales gobiernos, en seguimiento fiel al magisterio de Donald Trump. Van algunas muestras:

Un aspirante presidencial en campaña, sin rivales desde hace años, y que en consecuencia todavía está a la cabeza en las encuestas, anuncia que invertirá en una nueva encuesta —dentro de su partido— a manera de ejemplar proceso democrático para formalizar su candidatura, como si fuera posible la aparición de un competidor interno. Pero además llama a “reforzar la unidad ante la guerra sucia”, no obstante ser portador del discurso más violento, con frecuentes afirmaciones falsas o engañosas, a la manera de Trump. Y por si algo faltara, un empresario calificado por el tres veces aspirante a la Presidencia como “garbanzo de a libra” en su gremio, pero envuelto en complicadas controversias patrimoniales, proclama que el eje del proyecto que los une es “la renovación ética de la sociedad”.

Todo, con la imagen central, en las primeras planas de ayer, del mismísimo Andrés Manuel López Obrador levantándole el brazo en señal de triunfo a la delegada de Tlalpan como candidata de Morena al gobierno de la CDMX. Ello, tras establecer que la clave para remediar todos los males del país está en liberar recursos de la corrupción, a pesar de que ambos han cumplido más de una década sin rendir cuentas de lo gastado durante el gobierno capitalino de AMLO en los segundos pisos del Periférico. Y a pesar también de que el gobierno tlalpense quedó en entredicho por las irregularidades en su gestión que costaron decenas de vidas durante los temblores de septiembre.

Entre Martí y una mujer ungida. Con la obediencia tan criticada en la vieja matriz priísta de la que provienen y de la que pretenden mantenerse a crispada distancia, se agregó el lunes una nueva nubecilla de confusión con el anuncio de AMLO de que Ricardo Monreal se queda en Morena. Es decir, que sobre los ríos de tinta que corrieron por nuestros medios en dos semanas de contenida indignación e indecisión hamletiana del delegado de Cuauhtémoc, se disciplina a la imposición de la delegada de Tlalpan, ungida ya por el caudillo como candidata a gobernar la capital, sin mediar un proceso interno en el que el primero se proponía competir. Monreal acató el ukase vía remota, por internet, pero eso no lo salvó del “raspón, vía cita de José Martí” que le recetó el pontífice morenista y que registra la bien contextualizada crónica de Arturo Cano ayer en La Jornada: “El verdadero revolucionario no ve en qué lugar está mejor, sino en qué lugar es más útil al movimiento de transformación”. ¿Revolucionarios, ellos? ¿José Martí repartiendo candidaturas de Morena?

Entre ciudadanos e independientes. En medio de la confusión que pretende hacer excluyente el concepto de ciudadano del de político, no lejos, otra vez del mentor Trump, se multiplica el atarantamiento que destilan los del llamado ‘Frente ciudadano’ encabezado por puros políticos profesionales, líderes además de sus partidos: PAN, PRD, MC. Sus imágenes en los medios de ayer los muestran bien avenidos ante el INE, sólo que al lado aparecen las desavenencias de Mancera y Moreno Valle y en medio el recelo de todos ante el apañe anunciado de la candidatura presidencial por el presidente del PAN.

¿Y qué tal el aturdimiento de los candidatos independientes (de los partidos de los que muchos provienen) al descubrir que para documentar las adhesiones requeridas necesitan una organización partidista?

Director general del Fondo
de Cultura Económica

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