México y los clones de Trump. Un efecto más de la involución a escala global y nacional de creencias, valores, actitudes y conductas ante la vida pública y sus instituciones se expresa en la aceptación de lo monstruoso, lo grotesco, como normal. Se manifiesta también en el consentimiento —como algo legítimo e incluso reivindicativo— de conductas de degradación y ridiculización de los valores mínimos de la convivencia: respeto a derechos humanos, por ejemplo, de los migrantes, y juego limpio, contrario a la fabricación cotidiana de mentiras y formulaciones engañosas para eludir responsabilidades y obtener ventajas políticas. Es el caso de la penalización de mujeres que deciden interrumpir el embarazo y de los matrimonios gay, promovida por un partido que ayer se unió formalmente a la candidatura de López Obrador, con un discurso de éste que parece enmascarar engañosamente la intransigencia en estos temas con la intransigencia ante la corrupción.

La involución de la esfera pública se evidencia también en el pitorreo vulgar contra el desarrollo científico en temas esenciales para la sobrevivencia, como ocurre con el aberrante proceder del gobierno de Estados Unidos ante el calentamiento global y el cuidado del ambiente en su propio país. Ello, para no hablar de la matazón del día en un centro escolar de Florida, como un lamento más de la realidad ante las fijaciones de la ultraderecha estadunidense en el poder contra el control del comercio de armas. Superpotencia de campeones del mundo en los negocios, los deportes, las ciencias y el entretenimiento, entre otras cosas, con el fenómeno Trump, Estados Unidos tiene el dudoso honor de aparecer asimismo a la cabeza de la tabla del campeonato mundial de esperpentos asumidos como normales por políticos, medios y electores.

Pero hablando de esperpentos, si los de Valle Inclán acentúan la fealdad, la crueldad y los actos de injusticia e inmoralidad de adefesios humanos, desde una perspectiva crítica de la sociedad, las cotidianas mentiras esperpénticas de Trump y a lo Trump son esparcidas desde la perspectiva más complaciente de las miserias de la vida pública. Éste sería el caso de la reinvención en México de las biografías de varios de los enlistados al Congreso por los candidatos presidenciales López Obrador y Ricardo Anaya, así como de la propia reinvención de la personalidad y la trayectoria de éstos, a cargo de los enlistados agradecidos. Con presiones y trasgresiones a las reglas comerciales, Trump ha logrado llevarse inversiones internacionales y factorías de México a territorio estadunidense. Pero, como en macabra reciprocidad, también ha logrado exportar a la vida pública mexicana fábricas de clones de sí mismo con todo y su inagotable producción de mentiras y cinismo.

Business as usual

. El uso de esta expresión angloamericana, que sintetiza la idea de normalidad en la ejecución de operaciones económicas sin reparos ni escrúpulos, se ha extendido a todo tipo de operaciones, incluidas las políticas. Hoy se puede aplicar a la incorporación a la causa de Morena a dos ex líderes sindicales, la de los maestros y el de los mineros: dos personajes movidos por su necesidad de sobrevivencia y protección de cuantiosos intereses, dispuestos a poner en esa apuesta caudales de recursos diversos. Paradigmas ambos del sistema de control autoritario y corrupto de los aparatos corporativos, perdedores en sus respectivas pruebas de fuerza por conservar o acrecentar poderes y dinero, López Obrador los recibe con todo su bagaje y a cambio los erige en víctimas, perseguidos del sistema por defender los derechos de los trabajadores. Business as usual. Así lo asumen las partes y todos, dentro y fuera de esa campaña. Pero sobre la misma mesa del negocio, AMLO llama a suscribir una “Constitución Moral” en paralelo a la Constitución mexicana. Es lo esperpéntico como normalidad en el más fiel modelo de Trump y su fábrica de mentiras y formulaciones engañosas para eludir responsabilidades de sus actos.

Director general del Fondo
de Cultura Económica

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