Señas de identidad. Con el mensaje ciertamente afortunado que urgió a Trump a no retardar más la renegociación del TLCAN y que refrendó la continuidad de la posición de México de mantener el carácter trilateral del Tratado, contra la sugerencia estadunidense de dejar fuera a Canadá, la publicación, precisamente el domingo, de la carta de López Obrador al presidente de Estados Unidos, portaba un mensaje adicional: sofocar el incendio provocado el miércoles anterior por las nada auspiciosas declaraciones de beligerancia y desprecio a la autoridad electoral por parte nada menos que del futuro jefe del Estado mexicano. Parecía urgente sacar el tema de la agenda. Y AMLO lo hizo dando a los medios la carta a Trump que le entregó diez días atrás al secretario de Estado Pompeo. Sólo que con ello metió a la agenda otro asunto escabroso en un párrafo ampliamente cuestionado de la misiva, del que ahora se habla más que de los puntos sustantivos.

En coincidencia con quienes hemos encontrado similitudes entre las personalidades autoritarias de ambos líderes, López Obrador se identifica en el texto con Trump al extremo de celebrarle que, como el propio tabasqueño, el neoyorkino cumple lo que dice, aunque lo que ha dicho contra los migrantes y los empleos en México lo haya cumplido, en efecto, violando derechos elementales, incluso de niños, y deshonrando los compromisos de su país en materia de comercio e inversión. Entre otras ‘señas de identidad’ repugnantes a la convivencia civilizada, como las que describe Juan Goytisolo en el franquismo en la novela de ese nombre, faltaría mencionar el estilo agresivo, amenazante e intimidatorio que comparten AMLO y Trump para tratar de someter a los demás a sus propósitos, prejuicios y proyectos.

Comparten además un poderoso instinto para definir y cambiar la agenda del debate público, de acuerdo a sus cálculos y humores, como ambos lo comprobaron una vez más esta semana. Al certificar el rechazo en sus propias filas a su rendición ante Putin a costa de desautorizar a los aparatos de seguridad de su propio país, Trump —relata el NY Times de ayer— logró cambiar el tema en medios con sus vituperios y nuevos amagos contra Irán. Mientras acá, al certificar su primera caída en medios y redes desde el día de su elección, en su desastroso enfrentamiento con el Instituto Nacional Electoral, AMLO cambió el tema de los titulares de los medios con su carta a Trump, si bien con un exceso de proximidad rechazado incluso por sus medios más cercanos. La respuesta de Trump no se quedó atrás en empatía con AMLO, quien pasó así a integrarse al exclusivo club de personajes elogiados por el estadunidense: Boris Johnson, el del Brexit; la racista Marine Le Pen y Putin.

Prueba no superada. El enredo con el INE surgió de otra característica común a ambos líderes: su tendencia a victimizarse junto con su país frente a ‘villanos’ prefabricados por ellos, a fin de convertirlos en blanco de sus obuses: México, sus migrantes y sus productos comerciales en el caso de Trump. Y en el caso de AMLO la ‘mafia del poder’, antes de conquistar el poder, y ahora la autoridad electoral. Sólo que esta vez no pareció percatarse de que se enfrentaba a su primera prueba como presidente virtualmente electo, prueba no superada por su rechazo a la aplicación de la ley, como si la victoria electoral trajera consigo la impunidad de las transgresiones de su partido.

Democracia monitorizada. La lección se encuentra en este concepto de John Keane (Vida y muerte de la democracia, FCE/INE) que pone el énfasis en la intensa vigilancia social de los poderes a través de las redes, en las que por primera vez enfrenta AMLO, en el tema de su violencia verbal contra el INE, un saldo negativo en la conversación (42% en contra frente a 33% que lo defiende), de acuerdo al reporte de Alonso Cedeño de EL UNIVERSAL. Y todavía no empieza el desgaste del ejercicio del poder. ¿Se compensará el desvanecimiento de la luna de miel aquí con la luna de miel con Trump?

Director general del FCE

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