Toda discrepancia será conspiración. “Todos están contra mí”, fue la frase con la que el conglomerado mediático alemán Deutche Welle encabezó su información sobre el debate del domingo de los candidatos presidenciales mexicanos, a partir de los reflejos de auto-victimización que no abandonan a López Obrador ni siquiera con la amplia ventaja que le dan las encuestas. Quizás por eso buena parte de los medios europeos le dio este giro al desempeño del puntero frente a las cámaras. Éste que se los cuenta acompaña desde el lunes en España al admirado escritor nicaragüense Sergio Ramírez: primero, en la recepción del Premio Cervantes en Alcalá de Henares y luego en la cadena de presentaciones y encuentros con escritores, periodistas y académicos hispanoamericanos que suelen suceder al día de la premiación.

Y esta vez me ha parecido notable la información —y la preocupación— que sobre el resultado de las urnas mexicanas ponen de manifiesto las conversaciones de los exponentes de la inteligencia de nuestros países. Se hacen comparaciones de las pulsiones rupturistas de López Obrador con las de Trump, con Chávez y Maduro y por supuesto con lo que quedó del sandinismo en Nicaragua con la familia Ortega. “Identifican opinión crítica con traición”, señala Sergio Ramírez —a pregunta que le hace para El País el poeta Javier Rodríguez Marcos— para definir la actitud ante la discrepancia de los gobernantes incas, partícipes del ‘bolivarismo’ venezolano.

Quizás se pueda decir algo parecido de López Obrador cuando ha llamado traidores a algunos de sus allegados que se han atrevido a criticarlo. Pero de AMLO más bien podría decirse que identifica discrepancia con conspiración. Y no sólo a propósito de su actitud ante las discrepancias de los demás candidatos con sus propuestas y diagnósticos, o con sus votos de pobreza y austeridad presidencial, sino a propósito también de la más reciente controversia en que se vio envuelto por atribuir a una conspiración más las discrepancias del empresario Carlos Slim con la fijación del candidato por cancelar la construcción en curso del nuevo aeropuerto de la capital. Para López Obrador, Slim habría actuado por encargo del presidente Peña y el ex presidente Salinas al externar sus temores ante las posiciones del candidato.

Grupos sociales, marionetas del poder. Por la misma ruta se fue AMLO en su reacción a la crítica que hizo el Consejo Coordinador Empresarial al hecho de que el candidato más aventajado probó una vez más que no está dispuesto a escuchar y por tanto ya no vale la pena discutir el tema del aeropuerto con él. En respuesta, AMLO simplemente estableció que los empresarios no actúan bajo su propio discernimiento, sino a voluntad y bajo presión de la ‘mafia del poder’. Otra vez, la discrepancia como fruto de la conspiración.

Pero además anunció que ya los vería cuando él tuviera el control del poder. De esta forma, el horizonte de la llegada del candidato hoy por hoy en la punta sería el de un presidente que ve a los actores sociales, entre ellos al empresariado, como piezas sin iniciativa propia, como marionetas atadas a los hilos del poder y listas para ser activadas o desactivadas por el poder: el de quienes lo detentan ahora, o, en su turno, inminente, el que él ejercería sobre ellos y el resto de la sociedad a partir de diciembre. Y aquí el riesgo está en la tentación de llegar al poder para hacer lo que se imagina que se ha hecho en el poder desde especulaciones generalmente de caricatura.

Los de más abajo. Además de su ventaja en las encuestas, AMLO cuenta además con la adhesión ciega, mimética de buena parte de sus seguidores. Igual que él, no escuchan razones ni informaciones y aplastan con una teoría conspirativa cada expresión de desacuerdo con su fanatismo. El horizonte es una dictadura de opinión y de ‘espirales del silencio’ contra quienes pretendan disentir, como lo estudió la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, una quinceañera a la hora del asalto al poder de Hitler.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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