La semana pasada, se realizó una importante ceremonia en Lomas de Sotelo, con la asistencia de los tres Poderes de la Unión y una multitud cariñosa que admira a las fuerzas armadas, uniéndose pueblo y gobierno, para recordar y no olvidar una epopeya nacional: el nacimiento del Ejército Mexicano, hace 105 años. Esta institución republicana tiene su origen en aquel 19 de febrero de 1913, cuando don Venustiano Carranza promulga su histórico decreto por medio del cual se ordena la organización de un ejército encargado de sostener el orden constitucional de la República, el cual había sido quebrantado, por una caterva de ambiciosos, traidores, vergüenza nacional.

Parte central de la ceremonia fue el vigoroso discurso de un soldado, mexicano por los cuatro costados, el señor general secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, quien nos recordó el origen y misión de esta noble institución: el ejército del pueblo garante celoso del orden constitucional. El comandante supremo de las fuerzas armadas y presidente de la República, Enrique Peña Nieto, destacó en su alocución un justo reconocimiento al general secretario de la Defensa, “calificándolo como un militar ejemplar que ha enaltecido a esta institución”. Este elogio provocó un aplauso atronador de todos los asistentes, y no fue en vano, porque a pesar de que la Suprema Corte atrasa su dictamen para calificar la constitucionalidad de la Ley de Seguridad Interior promulgada el año pasado, ha surgido un vacío aprovechado por el crimen organizado que ha secuestrado virtualmente a la sociedad entera, creando ambiente de terror y espanto.

El titular de la Defensa expresó un lacónico recordatorio, que tal vez fue escuchado en la Suprema Corte: “Las misiones que cumplimos tienen fundamentos indiscutibles en la Carta Magna”, la cual faculta al presidente de la República para disponer de la totalidad de las fuerzas armadas para la seguridad interior y defensa exterior de la Federación, preservando la seguridad nacional. Estas frases muy profundas fueron un campanazo para que se tome una decisión a fin de desenredar el embrollo en que se encuentra la Ley de Seguridad Interior.

Que nadie se dé por engañado. Las fuerzas armadas cumplen sus misiones con base en leyes y observancia estricta a la Constitución general de la República, a fin de generar condiciones de certeza jurídica para la vida democrática de la nación, coadyuvando con aquellas autoridades civiles, muchas de las cuales se encuentran totalmente rebasadas.

Las fuerzas armadas no constituyen un peligro y la historia es testigo insobornable. Todo lo contrario, son la garantía más sólida. Pilar más confiable para la estabilidad de gobernadores y también presidentes municipales. Encarando de frente y sin temor a grupos criminales que tratan de vulnerar aquellas instituciones gubernamentales que no han podido evitar que estas fuerzas obscuras penetren las estructuras de seguridad pública, y de procuración de justicia.

La génesis del Ejército se remonta a un pretérito lejano, heredera de una de las más puras tradiciones de lealtad y acendrado patriotismo. Nace luchando por la santa causa de la libertad el 15 de septiembre de 1810 en el pueblo de Dolores, conducidos por don Miguel Hidalgo y Costilla, y una pléyade de patriotas insurgentes, este ejército escribió páginas de verdadero heroísmo como don Vicente Guerrero, quien nos legó el ejemplo más acabado de amor a la patria: la patria es primero.

Otra etapa luminosa fue la del Ejército Liberal, encabezado por el Benemérito de las Américas, don Benito Juárez, quien logra la segunda Independencia de México hace 150 años, destacándose hombres de enorme estatura, como Ignacio Zaragoza, Jesús González Ortega, Leandro Valle, Mariano Escobedo, Porfirio Díaz, Juan Zuazua quienes entraron triunfantes a la capital de la República el 1 de enero de 1861.

Director general del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo AC

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