En una reunión coloquial con mi amigo Julio Faesler Carlisle experto en comercio internacional, intercambiamos opiniones sobre el desafío actual de México en el tema fundamental, como el comercio exterior y su necesaria diversificación. Analizamos aquel gran proyecto de estado, el Instituto Mexicano de Comercio Exterior (IMCE), que fue de un enorme futuro. Porque nació con la vocación de colocar nuestros productos mexicanos, sin exclusiones como es el caso de América Latina, América del Norte, Asia Pacífico, Europa, y también los países árabes. La base del impulso al comercio exterior fue una política de reforma y apertura, inspirado en las recomendaciones de las Naciones Unidas, UNCTAD Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, organismo que sugería el impulso comercial bajo una visión del desarrollo con rostro humano.

Nuestro mercado interno es muy importante. La preocupación cuando se creó el IMCE era fortalecer, recordamos que la exportación del café fue el segundo ingreso de divisas, después del petróleo. Esto daría empleo a millones de campesinos en diversas regiones del país, aunado a nacientes polos de prosperidad: parques y ciudades industriales, seguida del impulso y creación de grandes centros turísticos como: Cancún, Los Cabos, Ixtapa Zihuatanejo, Huatulco y Puerto Escondido, para crear un ambiente de trabajo, de concordia y de paz con otro nombre: la cultura del trabajo y del esfuerzo, evitando limosnas sin trabajar, con un apoyo sin precedentes a un vigoroso programa de educación tecnológica, agrícola y pecuaria.

En este coloquio desempolvamos ideas, y experiencias que dejaron huella indeleble, que hoy son toda una realidad. Pensamos en voz alta en la peligrosa ofensiva de insultos, groserías y amenazas de los Estados Unidos de Norte América, país que ha impulsado una estrategia con una mentalidad de guerra fría, bajo un juego tramposo de suma cero, es decir: yo soy primero, y si no te subordinas te aplasto, discurso ausente de las más elementales reglas y normas de respeto inspiradas en la Carta de las Naciones Unidas, de respetar soberanías no importando que sean países pequeños o grandes.

Analizamos a nuestro aliado estratégico del siglo XXI, es decir la República Popular de China. Tema obligado, reflexionamos, aquel histórico e inolvidable viaje de abril de 1972, cuando fuimos testigos de la historia de cómo se proyectaría al futuro, un país aislado, marginado del sistema de Naciones Unidas, que hoy es una potencia, un coloso incontenible que asombro al mundo con su dinámico crecimiento económico exponencial, después del triunfo de la Revolución de octubre de 1949. El epílogo de esa visita fue Shanghái aquel 24 de abril de 1973 cuando observamos al primer ministro Zhou Enlai emocionado y agradecido con la delegación mexicana. China iniciaba en esos días su estrategia de reforma y apertura, sin olvidar que fue México quien les echó una mano amiga respetuosa y solidaria cuando lo necesitaban.

El mercado asiático, ante la probable catástrofe del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, que no es tan libre, nos obliga abrir los ojos y orientarnos, no poniendo todos los huevos en una sola canasta. Nuestro amigo chino, con su inmenso mercado, es una alternativa, con su poderoso mercado interno que ha logrado un milagro económico sin precedentes convirtiéndose en la segunda economía mundial, sacando de la pobreza extrema a más de 700 millones de personas, contribuyendo al 35 % de la economía global.

Concluimos en la urgente necesidad de impulsar un comercio basado en un orden justo y racional, en el cual México siempre ha trabajado para contribuir a la paz mundial y al desarrollo.


Director General del Centro de Estudios
Económicos y Sociales del Tercer Mundo

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