¿Qué riesgos trae el hecho de que un loco sea presidente de la república más poderosa del planeta? Muchos y muy variados que abarcan obviamente hacia el interior y exterior de su país, desprestigio, incertidumbre, falta de credibilidad, inestabilidad política y económica, así como la auto vulneración de intereses estratégicos en áreas sensibles de su gobierno. En una palabra, se vuelve un tema de seguridad nacional y seguramente una de las preocupaciones más altas para cualquier Estado que busca en todo momento proteger los derechos de su gente, así como la preservación de sus leyes e instituciones.

La historia nos da cuenta de las funestas consecuencias que han generado diversos líderes que en distintos momentos fueron considerados como dementes, por sus actos de gobierno y comportamiento personal desenfrenado. En la antigua Roma, Nerón y Calígula fueron dos buenos ejemplos de lo que pueden hacer las cabezas que no están aptas para asumir una responsabilidad mayor, como lo es gobernar un país. En el siglo XX, Hitler y el nazismo, también dieron muestra de las consecuencias que puede generar un gobernante que no está en sus cabales. En fechas más recientes, tanto en África con Idi Amin, en Europa con Berlusconi, así como en Asia y Latinoamérica se han elegido democráticamente a personajes que incluso sus cercanos los apodaban como el loco. Así fue el caso del presidente Abdalá Bucaram de Ecuador que fue removido del cargo por incapacidades para desempeñar el cargo.

En México nuestro federalismo nos ha permitido ampliar está baraja con muchos gobernadores que por decir lo menos, han sido un buen ejemplo de lo que es el mal gobierno, pero también por el daño que puede crear un gobernante abusivo y sin equilibrios emocionales y racionales que tiene obsesión por el dinero mal habido.

Claramente siempre hemos tenido un loco imperial o presidencial, pero es muy difícil qué al día de hoy, algún líder del mundo democrático pueda superar al presidente de los EU, Donald Trump, quien se ha caracterizado por la ligereza e ignorancia con la que expresa sus odios y fobias en contra de las minorías que viven en su país. Para nuestro lamento, creo que uno de los grupos que más desprecia es al de los latinos y en especial, a nosotros los mexicanos de quien ha dicho que somos violadores, criminales y traficantes de drogas.

Se le olvida la relevancia y aportación que tiene para su economía, la mano de obra mexicana que labora en muchas empresas americanas, tanto en territorio nacional como en el de los EU.

De otras minorías también ha expresado un amplio repertorio de ofensas y creo que en algunos casos al grado de llegar a la humillación pública. El caso más reciente fue el que expresó ante legisladores demócratas que en materia migratoria, no deberían de permitir la entrada a personas que vienen de países de mierda, como el caso de El Salvador o Haiti.

Es preocupante la arrogancia e ignorancia de un presidente como Trump, pero también debe crear un sentido de alarma social las posibles consecuencias que puede traer para una de las democracias más longevas del mundo, el hecho de que el máximo representante del Estado, con sus dichos y acciones este dinamitando los principios de libertad, igualdad y dignidad con la que han intentado convivir en los últimos dos siglos.

Sin pecar de optimista, creo que su sistema constitucional, de pesos y contrapesos, de libertad de expresión en los medios, de independencia judicial y legislativa, pueden ser el muro que contenga la ira del niño malcriado y poco educado que cada vez que habla o envía un mensaje, puede lastimar un sistema que ha sido ejemplo para convivir en paz y con tolerancia, la que permite la inclusión, la diversidad y la pluralidad, sin importar el color de la piel, la religión o las ideas políticas de cada persona.

Académico en la UNAM

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