Hasta marzo de 2016, la intención de voto por partido era 24% por el PAN, 32% PRI, y 15% Morena. A partir de entonces comenzó un aumento gradual y constante de la preferencia por Morena y una disminución de la identificación con el PRI, que coincidió con el deterioro continuo de la aprobación del presidente Peña. En julio de 2016, el PAN superó al PRI, en enero de 2017, Morena superó al PRI, y en abril, Morena superó al PAN. Para diciembre de 2017, 28% simpatizaba con Morena, PRI y PAN empatados en 24%, y 8% por el PRD. La ventaja de Morena era de 4 puntos.

El sentimiento antipriísta que se gestó hizo que 46% de los ciudadanos afirmara que nunca votaría por ese partido. Quedó clara la primera premisa de la contienda: un marcado sentimiento antipriísta, vinculado con el deterioro de la administración Peña Nieto.

En enero de 2018, definidos los candidatos, la simpatía por Morena con AMLO alcanzó 30% y reinició un aumento. Para febrero, su ventaja (bruta) fue 7 puntos con respecto al PAN y 12 con respecto al PRI. Eso reafirmó la segunda premisa de la contienda: un apoyo estable a Morena-AMLO, y que 50% del electorado se pronunciaba por otros. Por tanto, al iniciar 2018, los dos dilemas de la elección se afianzaron: PRI–No PRI, y voto anti-sistema versus voto pro sistema.

A pesar de eso, las campañas se orientaron en otro sentido: PRI contra PAN y viceversa, lo que allanó el terreno para que Morena continuara en ascenso. Los agravios entre el PRI y el PAN se intensificaron. El PAN arremetió con un señalamiento de corrupción generalizada (todo priísta quedó como corrupto). El PRI, con intervención del gobierno, se sumó a una campaña contra Ricardo Anaya, acusando corrupción en una operación inmobiliaria. Durante cinco semanas, el PAN y el PRI se dieron con todo en torno al tema de la corrupción.

Muchos, con razón o sin ella, quedaron lastimados de esa batalla que ahora resulta pírrica. A marzo 30, los simpatizantes (brutos) de AMLO aumentaron a 33%, seguido de Anaya (21%), y Meade (18%).

Desde fuera, dos tercios de la ciudadanía, que no simpatizan con AMLO, observaban atónitos. Además, ambos partidos y sus alianzas enfrentaron conflictos internos serios, como Margarita-Anaya en el PAN, y facciones del gobierno entre ellos, el PRI, y Meade.

Es difícil determinar con certeza qué sucedió, entre las fuerzas políticas y los poderes fácticos, que puso fin a esa dinámica. El primer indicio de una revaluación de los adversarios políticos fue la declaración de Jorge G. Castañeda, en su calidad de coordinador de estrategia de la campaña de Ricardo Anaya; en entrevista con EL UNIVERSAL (28 de marzo) afirmó que el “rival” de Anaya es “nada más” López Obrador.

El cambio de adversario político se corrobora. El primero de abril, Castañeda señaló: “no me preocupa ... el tema de Meade ..., porque la inmensa mayoría de las encuestas... claramente dan a Anaya un segundo lugar.... El tema uno es la elección de Estado, el dos, el contraste y polarización con Andrés Manuel. Esa es la campaña que empieza ahora”.

Al iniciar su campaña el 30 de marzo, Anaya señaló que “...México tiene que cambiar, nadie tiene duda. El PRI ya se va. La pregunta es ¿qué tipo de cambio quieres?, ¿el de AMLO?, a mi parecer con una visión ya anticuada de México y el mundo, o el del Frente”. Dos días después, el candidato del PAN agregó: “lo debo decir con toda transparencia: el debate será fundamentalmente con López Obrador”.

La reacción del PRI comenzó al dejar de lado su campaña contra Ricardo Anaya en materia de corrupción. El 31 de marzo, Enrique Ochoa señaló “Es una clara contienda entre dos alternativas de país. Un país que mira hacia delante en unidad con... Meade, y un país que puede caer al precipicio, que es lo que propone López, como con amnistía para los criminales”. Otro elemento de esa reacción lo dio Aurelio Nuño el 3 de abril: “los dos proyectos de país que van a disputarse en esta elección van a ser el de Meade y el de López Obrador”.

Si estas señales indican por fin una reorientación real del énfasis hacia resolver en las urnas el dilema sistema (PAN, PRI)–anti sistema (Morena), tendrán que seguirse de otras muchas, entre otras que el PAN no incorpore en roles protagónicos a personajes que han hecho de la denostación histórica del PRI su modus vivendi, y que por su parte el PRI haga lo propio con quienes han sido vociferantes contra el PAN o le han infligido agravios directos a Ricardo Anaya. A la ciudadanía corresponderá exigir propuestas claras sobre el dilema sistema–anti sistema.

Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA

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