Sí y no. Ahí les van algunos encabezados sacados de la prensa internacional: Récord 2016 en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. La Organización Meteorológica Mundial advierte que sin reducciones rápidas de las emisiones de gases de efecto invernadero, nos encaminamos a peligrosos aumentos de temperatura. Clima: la batalla de los 2 grados C está casi perdida. La ONU alerta que los esfuerzos de los Estados son muy insuficientes para frenar el calentamiento. Sin Estados Unidos será muy difícil pedir algo a los otros países. Cuando ya no basta con estancar las emisiones de CO2. La Cumbre anual del Clima arrancó en Bonn, a principios de noviembre, con la certeza de que no es suficiente contener los gases aquellos; los recortes de emisiones acordados en París, acuerdo rechazado por Donald Trump, de lograrse, lo que está por verse, serán insuficientes.

Los océanos se asfixian. El recalentamiento global contribuye a la acidificación del mar y la falta de oxígeno acabó con la vida submarina en grandes espacios oceánicos. Han localizado 400 “zonas muertas” porque usamos el espacio marino como basurero y no parece que vayamos a parar; como las dos terceras partes de la superficie marina se encuentran fuera de las jurisdicciones nacionales, el mar es de todos y de nadie, todos lo ensuciamos, nadie lo defiende. Se calcula que pronto habrá más plástico que peces en el agua. La prensa nacional publicó, hace poco, unas fotos espantosas del plástico que cubre parte del Golfo de Honduras. El mundo marino. Grave crisis: “los hombres producen un desastre en el océano. La tecnología manifiesta la escala del problema”.

Los bosques boreales desaparecen. La taiga, esencial para el clima, pierde 2.5 millones de hectáreas al año, de las cuales 1.4 en Rusia. Canadá y Alaska son el teatro de la misma tragedia del Gran Norte. Desaparece más rápido aún que el pulmón verde de las Amazonias. La taiga representa la tercera parte de todos los bosques de nuestro planeta, la mitad de la selva llamada “primaria”, no perturbada por el hombre; es el hábitat de muchos animales amenazados por su destrucción. Los bosques tropicales de África, América y Asia conocen la misma sobre explotación. Botón de muestra en nuestro México: el asalto sobre todas nuestras biosferas, reservas forestales, el dizque “santuario” de la mariposa monarca en Michoacán. Grandes aserraderos y pequeños tala-montes rivalizan en codicia.

El desastre de los neo-nicotinóides sobre las abejas. Esos poderosos insecticidas contribuyen, según la revista Science a la desaparición masiva de colmenas. ¿Quién va a polinizar árboles frutales y plantas? El problema es que la agricultura moderna y la industria química presentan un poderoso frente unido para impedir que se prohíba el uso de estos productos. De la misma manera, los perturbadores endocrinos (pesticidas, detergentes, cosméticos etcétera) favorecen graves patologías, no solamente en insectos y animales, sino en nosotros: cáncer, diabetes, obesidad, autismo…

Estamos haciendo al aire hoy lo que los vulcanos hicieron hace 250 millones de años, a saber, la casi extinción de la vida en la Tierra. ¿Entonces, nada nuevo bajo el sol?

Hace muchos, muchos años, Alfonso Reyes escribió, en Palinodia del polvo lo siguiente: “¿Es esta la región más transparente del aire? ¿Qué habéis hecho, entonces de mi alto valle metafísico? ¿Por qué se empaña, por qué se amarillece? Caen sobre él los mantos de sepia, que roban profundidad al paisaje… dando a sus rasgos y colores la irrealidad de una calcomanía grotesca, de una estampa vieja artificial, de una hoja prematuramente marchita… Microscopía de las cosas, camino de la nada; aniquilamiento sin gloria, desmoronamiento de inercias, “entropía”; venganza y venganza del polvo, lo más bajo del mundo. ¡Oh desecadores de lagos, taladores de bosques! ¡cercenadores de pulmones, rompedores de espejos mágicos!... Planeta condenado al desierto… La catástrofe geológica se espera jugando.”

Investigador del CIDE

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