En la antigua Unión Soviética se formó una pequeña tribu, dispersa en la inmensidad de aquel continente, formada de personas que se distinguían, no por actividades directamente subversivas, sino por algo más temido por el Gran Poder: la libertad interior. La palabra “disidente” no estaba en los diccionarios rusos de la época soviética; pero las autoridades calificaron al disidente de diversant, es decir “saboteador, traidor”. Entre los más famosos figuran Andrei Sajarov, el padre de la bomba nuclear soviética y Alexander Solzhenitsyn. La paciencia era una de sus cualidades: “al final, la hierba hace tronar el concreto”.

Al final, tronó el Gran Poder, y eso fue bueno. Tronó la URSS, y eso no fue tan bueno. Uno puede soñar con la transformación del imperio en una verdadera Confederación de Europa y Asia… Ni modo, cada cual se fue a su tienda. La nostalgia habita en el presidente Vladimir Putin cuando mira hacia atrás, y es un sentimiento noble y legítimo. Sin embargo, bajo su largo reinado, Rusia no ha conservado todas las libertades que le habían sido devueltas por Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin. Por eso ha vuelto a crecer, como hierba entre dos lozas de concreto, la disidencia.

Hace unas semanas, cineastas, artistas, intelectuales de todo el mundo firmaron una petición para pedir la liberación del disidente Oleg Sentsov que persistía en una larga huelga de hambre, en un campo de trabajo arriba del círculo polar. Ciudadano de Ucrania, nacido en Crimea, la región autónoma de Ucrania anexada en plena paz por Putin, el cineasta es considerado como sujeto ruso y, por lo tanto, su protesta contra la anexión le valió una condena a veinte años de campo, bajo las falsas acusaciones de terrorismo y tráfico de armas. Lo arrestaron en mayo de 2014, cuarenta días después de la invasión de Crimea.

Al final de 145 días, Sentsov puso fin a su huelga de hambre para evitar que lo alimentaran a la fuerza. En una breve carta explica su decisión y pide perdón por no haber logrado lo que buscaba: la liberación de todos los presos políticos ucranianos en Rusia. El 16 de octubre, su prima Natalia Kaplan dijo que Oleg Sentsov ha escrito su testamento y encomendó a sus dos niños a los amigos. Sigue en un estado crítico. No es nada sencillo recuperarse después de tan largo ayuno; los órganos vitales se encuentran seriamente afectados.

La Corte europea de los derechos del hombre, con sede en Estrasburgo, informó al gobierno ruso que había aceptado la queja presentada contra él por Sentsov; invitó a Moscú a proporcionarle sus comentarios antes del 17 de enero de 2019. Según Natasha Dobreva, la abogada del preso, eso significa que la demanda tiene fundamento. Apenas 5% de las demandas presentadas a la Corte llegan a esa etapa. Cuando la Corte transmite el asunto al gobierno incriminado, eso significa que ha concluido que sí hubo violación de los derechos. La Corte planteó varias preguntas concretas al gobierno ruso y las publicará en el banco de datos Hudoc: ¿Qué tan legal fue el arresto preliminar en Simferopol?, ¿y los procedimientos del arresto provisional, etcétera?

Sentsov sigue en la cárcel, el combate sigue. Europa le otorgó la semana pasada el premio Sajarov a la libertad de conciencia. Sigue también el combate de Kirill Serebrennikov, bajo arresto domiciliario (mucho mejor que un campo de trabajo en el Árctico) desde el año pasado. Director de cine y de teatro (óperas, ballet), es internacionalmente conocido por sus trabajos. En el último festival de Cannes aplaudieron, en su ausencia, su película Verano, el 4 de noviembre la Ópera de Zurich estrenó su puesta de Cosi fan tutte de Mozart. No tiene acceso al teléfono, a internet tampoco, lo que suena lógico si se trata de aislarlo del mundanal ruido. Por lo tanto, la única persona con la cual puede conversar es con su abogado. ¿Su crimen? Una supuesta malversación de fondos culturales. ¿La neta? Su ballet Nureyev — sobre el famoso y hermoso bailarín soviético homosexual que huyó de la URSS— fue cancelado, poco antes de su arresto, porque el (inevitable) “tema gay había ofendido a los poderosos mecenas del teatro Bolshoi”.

Investigador del CIDE. Jean.meyer@ cide.edu

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