Medios, intelectuales públicos y un sinnúmero de articulistas —los de siempre— comienzan a propagar una nueva narrativa anti AMLO que se centra en condenar sus alianzas políticas, desacreditar su autoridad moral para luchar contra la corrupción y presentarlo una vez más como un político antidemocrático. Cual si los tarjetearan cada mañana, los comentócratas utilizan todos los mismos argumentos, los mismos conceptos y hasta las mismas palabras.

Durante casi 20 años AMLO ha sido objeto —como pocos políticos— de un esfuerzo por desprestigiarlo en todos los frentes, por caricaturizar al extremo sus defectos y estigmatizarlo. Cuando comete la imprudencia de tocar con el pétalo de una rosa a un articulista se suelta un corifeo de ataques que al unísono lo condena como un intolerante y un autoritario que de llegar al poder atentará contra la libertad de expresión y —quizás también— mandará a Siberia a todos los que no piensen como él.

Pasamos por un momento de realineamiento político en el que las identidades partidistas se han desdibujado; el transfuguismo y el oportunismo afloran en todos los frentes. En las últimas cuatro elecciones presidenciales cuadros partidistas saltaron de una fuerza a otra (normalmente a las que pueden ganar). Pasó en 2012 cuando políticos como Rosario Robles, René Arce, Alberto Begné, Manuel Espino o Vicente Fox apoyaron a Peña. Hoy ocurre de forma magnificada: la Alianza PAN–PRD es la mejor demostración de incongruencia ideológica, pero al corifeo anti AMLO le preocupa más que panistas como Gaby Cuevas o Germán Martínez aparezcan en la lista de Morena.

Aunque Fox y Calderón fueron aliados de Elba Esther, les parece inaceptable que AMLO se acerque a ella o a un sector del magisterio. Todos los partidos han tenido y tienen en sus listas a políticos impresentables. Todos saben que, en un cálculo estrictamente pragmático, esas figuras suelen ser necesarias para sumar voluntades, movilizar el voto y generar alianzas amplias. Aún así, a la comentocracia le resulta oprobioso que Morena incluya en su lista al Senado a Napoleón Gómez Urrutia. ¿Será peor que Moreno Valle en la lista del PAN o los pillos de la reconstrucción en la del PRD?

Padecemos un régimen de impunidad y corrupción donde la opacidad es la regla; pocos políticos tienen una trayectoria intachable. Juntarse sólo con los impolutos dejaría solo a cualquier candidato. Todos los partidos llevan a cabo operaciones oscuras para recibir dinero público o privado para financiar sus campañas. El corifeo lo sabe, pero presenta a Eva Cadena y a René Bejarano como la “prueba irrefutable” de que “AMLO no tiene autoridad para luchar contra la corrupción”.

Estamos llegando al final de un gobierno que se ha caracterizado por su desdén hacia la legalidad y la transparencia. Los priístas ponen y quitan jueces, remueven al titular de la Fepade y a la fecha no hay fiscal general, pero la comentocracia nunca se coordinó tan bien como para disparar contra AMLO por mandar al diablo sus instituciones o cuando critica su “desdén al Poder Judicial” por llamar a los magistrados “leguleyos” o por reprochar que ganen sueldos de 650 mil pesos.

En todo proceso de transición política lo viejo coexiste con lo nuevo; hay algo que no termina de morir y algo que no acaba de nacer. Quienes creen que las alianzas de AMLO o su cercanía a figuras del pasado lo desacreditan como opción expresan únicamente una opción personal. Opción que difícilmente cambiará porque obedece unas veces a prejuicios y otras simplemente a razones que sólo las chequeras del poder pueden realmente explicar.

En política electoral pocas veces tenemos la opción de votar por el candidato que cumple todas nuestras expectativas. Votamos por la mejor alternativa dentro de las existentes. Sin lugar a dudas, AMLO sigue siendo la más aceptable de todas. Puede ser que “todos estamos en el fango, pero algunos miran las estrellas”, como dijo Oscar Wilde.

Profesor-investigador del Instituto Mora.
@hernangomezb

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