La elección estadounidense de este martes cierra un año electoral que redefine la forma de entender la política en la región. Las elecciones en Brasil y Colombia, por un lado, nos dicen que los movimientos de extrema derecha, mientras parezcan antisistémicos, pueden definir gobiernos. Por el otro, las elecciones en Estados Unidos y México generaron cambios de paradigmas políticos. Hoy, ya con los resultados de esta elección, quiero escribir sobre dos temas electorales, aunque no lo sean en esencia: la caravana migrante que pareciera el éxodo natural de personas por problemas sociales, y la venta de petróleo iraní a algunos países.

Esta elección, como la de 2016, nos mostró que las economías mexicana y estadounidense están muy ligadas. El peso es la sexta moneda más líquida del mundo: 7 de cada 10 pesos se mueven mediante transacciones en el mercado mundial. A pesar de que esta liquidez no considera problemas domésticos, los vaivenes políticos norteamericanos nos afectan y cambian la forma en cómo nos relacionamos. Por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio hizo que el peso se apreciara, no nada más por la certidumbre en la economía nacional, sino por las repercusiones globales que generará.

Desde que inició la caravana migrante hemos escuchado el discurso de Trump en su contra; incluso declaró que, si estos echaban piedras, ellos echarían balas; aunque días después tuvo que matizar sus palabras, fue indudable que solo fortalecía la liga con su clientela.

Lo cierto es que lejos de terminar, la caravana migrante afectará a los estadounidenses, pero también a nuestro proceso de transición: no solo es un problema de derechos humanos, sino también uno de seguridad y legalidad. En México estamos tratando de mantener nuestra política de puertas abiertas dando asistencia y trabajo mediante programas gubernamentales, pero falta tiempo para ver con claridad hasta dónde pueden llegar las repercusiones porque, a pesar de que somos un país más globalizado, estos temas inciden directamente en nuestra economía y en el financiamiento de estos programas.

Por otro lado, la semana pasada, el gobierno estadounidense impuso nuevas sanciones a Irán prohibiéndole al resto del mundo comprarle petróleo. La Unión Europea, Rusia, India y China manifestaron que no aceptarían las imposiciones y seguirían comprándole a quien ellos quisieran. Estados Unidos puso el 4 de noviembre como fecha límite, para el 5, un día antes de la elección, declararon que frenarían cualquier embarque de petróleo. Finalmente no pasó nada, pero es evidente que la política norteamericana tiene que ver, cada vez más, con amenazas y discursos beligerantes que pudieran no tener un fin específico y solo intentar incidir en las tendencias electorales.

Tal es así que, durante la campaña, fue evidente el uso del discurso con raíz en el miedo, con prácticas xenófobas y nacionalistas, pero a pesar de la discursiva antiinmigrante, el resultado dejó ver que hay cosas que no están claras para el pueblo americano: la victoria de Ted Cruz en Texas, a pesar de ser un bastión republicano, estuvo en duda, y O’Rourke ganó perdiendo. Ahora los demócratas controlarán la Cámara de Representantes y siete gubernaturas más; lo que hace obvio que las victorias electorales no son permanentes. Lo cierto es que la fortaleza demócrata le complicará a Trump conseguir los recursos para la construcción del muro fronterizo.

Ahora bien, si la incertidumbre en Medio Oriente incide en los precios del crudo tendrá un impactó en nuestras rentas petroleras y en el costo de los derivados, que podrá afectar al gasto público del próximo gobierno. Nunca, como ahora, las elecciones intermedias norteamericanas afectan nuestra economía.

Por nuestra parte, la elección de EU nos debe de servir como espejo para, con madurez, dejar el hígado afuera de nuestras decisiones: no permitir que problemas motivados por intereses políticos modifiquen nuestras decisiones electorales.

Coordinador general de Puertos
y Marina Mercante

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