Apenas unas semanas después de haber justificado los actos de violencia y racismo suscitados en Charlottesville, Donald Trump absolvió del delito de desacato al ex alguacil de Arizona, Joe Arpaio, símbolo del racismo contra los latinoamericanos en Estados Unidos. No es casualidad que Trump le concediera el perdón máximo, en un momento en el que ha demostrado dar prioridad a mejorar su nivel de popularidad, apelando al apoyo de su base electoral, frente a los bajos índices de aprobación con los que cuenta actualmente.

El 45% de los estadounidenses lo desaprobaban durante los primeros días en la Casa Blanca, mientras que el día de hoy esta cifra alcanza el 60% (datos de Gallup Daily). Y tal vez, confundiendo el trabajo en la Presidencia de EU con el de un reality show, antes de dar a conocer el indulto a Arpaio, lo que Trump destacaba era el aumento en los ratings.

Asegurando que el trabajo de Arpaio protegió a la población estadounidense “del azote de la inmigración ilegal”, la retórica presidencial intenta desviar la atención de las violaciones graves a los derechos humanos. Durante 23 años, el alguacil, hijo de inmigrantes italianos, cometió e incitó delitos en contra de nuestros connacionales y de la comunidad inmigrante, siempre recurriendo al perfil racial. Señalándolos, criminalizándolos y denigrándolos de forma constante, Arpaio se hizo la fama de ser “el sheriff más duro de América”.

Este acto resulta desafortunado no sólo para la comunidad latina, sino para toda la sociedad estadounidense, que vive en un momento de fuertes tensiones y fricción social. El propio alcalde de Phoenix, Greg Stanton, se refirió al presidente Trump días antes de su llegada a Arizona el pasado 22 de agosto, afirmando que si su visita serviría para comunicar un indulto a Joe Arpaio, sólo dejaría en claro sus intenciones de dividir aún más al país e incendiar el resentimiento entre la población.

Donald Trump pareciera estar dispuesto a cualquier cosa con tal de recibir el apoyo de quienes respaldan el sentido de sus promesas de campaña, fundadas en el odio y el rechazo a inmigrantes —especialmente mexicanos—, musulmanes, y denigrando mujeres. Así, la desgastada política de xenofobia impulsada por Trump pareciera estar justificada en la latente preocupación neoconservadora de convertirse en minoría. De acuerdo con las predicciones del Census Bureau, para 2045 menos de 50% de la población nacional será de raza blanca, una caída brutal si se considera que, en la década de los sesentas, ésta representaba 90%. Evidentemente, la lucha que libraron los padres fundadores por consagrar los valores de libertad, igualdad y búsqueda de la felicidad palidecen cuando las palabras de la tribuna más alta de EU sólo invocan racismo y el odio.

La marcada segregación social está siendo agravada por las acciones de Trump. Tan sólo en los primeros 34 días después de los comicios presidenciales en ese país, el Southern Poverty Law Center registró mil 94 crímenes de odio fundamentados en tendencias raciales en toda la nación. De éstos, 37% hicieron referencia directa a sus lemas de campaña, declaraciones o a su victoria electoral.

La administración Trump y acciones como este indulto permiten que aquellos que recurren racismo y xenofobia se empoderen, protegidos por la trinchera de la impunidad y con la convicción de un posible perdón presidencial. El riesgo de que la sociedad estadounidense adopte posturas como la que representa su Presidente es que lo ocurrido en Charlottesville deje de ser un caso aislado, para convertirse en uno de muchos más lamentables actos de discriminación y violencia en ese país.

Senadora por el PAN.
@GabyCuevas

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