Los jóvenes son la pieza clave en la conducción hacia el futuro. Sin embargo, la atención que reciben en la planeación de las agendas nacionales y su participación en los temas de coyuntura pareciera no reflejar en sus justas dimensiones la importancia de incluir a este sector, que representa más de 50% de la población mundial.

Tan sólo en materia política, a nivel global 75% de los países no permiten la candidatura de jóvenes a cargos de elección popular y sólo 1.9% de los parlamentarios pertenece a este grupo. Estas cifras representan un déficit democrático que no deriva únicamente del desinterés de la juventud en la política, sino también de una franca falta de apertura por parte de las instituciones públicas.

Esta exclusión se extiende al ámbito laboral, que en sí mismo es clave para una mayor participación democrática. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 75% de la población joven es “subutilizada” en muchos países, pues se encuentran en situaciones de desempleo, empleo irregular o fuera de la fuerza de trabajo, sin ningún tipo de educación o capacitación. Esto detona que 27 millones de jóvenes en el mundo sean obligados a migrar en búsqueda de mejores oportunidades.

En ese contexto, las tecnologías evolucionan a su ritmo más rápido hasta el momento. Hoy en día, el contenido que fluye en internet y las redes sociales impulsan de alguna manera el involucramiento de la juventud en los procesos políticos. Las generaciones actuales encabezan un mundo interconectado y cada vez más abierto, y es justo el acceso a la información, más allá de las fronteras, el sello que mejor las distingue.

Sin duda, ello nos obliga a modificar la manera de hacer política. Ésta no puede ser estática en un mundo tan dinámico. Al contrario, debemos afianzar una mayor capacidad de respuesta, innovación, representación y apertura, de manera que sea útil para atender las necesidades de la población y contribuir al fortalecimiento de las instituciones. Para lograrlo, la inclusión de los jóvenes en los espacios de participación social, económica y política, resulta fundamental.

Igualmente, los más grandes retos globales como pobreza, hambre, desigualdad y los embates del cambio climático, demandan del mundo una nueva mirada que genere respuestas creativas y soluciones a la altura de estos desafíos. En este rubro la juventud juega un papel fundamental, y por ello no sorprende que en una tercera parte de las 169 metas definidas para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) destaque la importancia de empoderar a los jóvenes y promover su participación y bienestar.

En México, los jóvenes no son ajenos a la realidad global. Su inclusión en los procesos políticos es poco alentadora. Con sólo 23 diputados federales menores de 30 años difícilmente se logra representar a los 25 millones de jóvenes mexicanos. Asimismo, su plena integración tampoco se logra en el entorno laboral. Según el Inegi, para 2015, 61% de las personas entre 15 y 29 años trabajaba en condiciones de informalidad y 15 de cada 100 no recibían ninguna clase de remuneración.

Los jóvenes son plenamente capaces de ser detonantes del desarrollo nacional, pero apremia construir el entorno que les permita su inclusión en la sociedad. Legislar y diseñar políticas con una verdadera perspectiva de juventud deben ir encaminados a asegurar su acceso a iguales oportunidades; pero sobre todo, a garantizar el pleno ejercicio de sus derechos humanos. Esto contribuirá a construir una sociedad más incluyente, justa y próspera, pero sobre todo más fortalecida para enfrentar los retos del futuro, que cada vez se vuelven más presentes.

Senadora por el PAN.
@GabyCuevas

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