Edmond Locard, notable criminalista francés, sentenció: “El tiempo que pasa es la verdad que huye”. Traigo a colación lo anterior porque existen crímenes que por su naturaleza o cobertura, agitan los sentimientos sociales, incrementan la sensación de inseguridad y golpean las bases de legitimidad de los gobiernos. Para ellos, no es la verdad la que huye con el paso del tiempo, sino su credibilidad. De ahí el apremio para resolverlos a como dé lugar.

En este campo de la investigación criminal, México transita entre dos modelos de Justicia Penal: 1. La Tradicional Inquisitiva y, 2. El Sistema Acusatorio, conocido vox populi como los “Juicios Orales”. Importa aclarar que ambos esquemas procesales no son instrumentos para prevenir el delito: entran en funcionamiento cuando aquél ya se cometió y buscan resolver el conflicto de maneras distintas, pues el primero privilegia la cárcel y el segundo, los acuerdos. Una mala operación en ambos, puede derivar en la comisión de nuevos delitos y alentar la impunidad.

En el primer sistema (1917-2008), la persona detenida se presumía culpable y la prueba de su responsabilidad, era su propia confesión. Luego entonces, todos los esfuerzos policiales se dirigían a obtenerla a como diera lugar. La tortura o incomunicación no importaban. Y de ello, lamentablemente existen criterios judiciales de la Suprema Corte que son testigos deshonrosos de las épocas más oscuras de la historia procesal penal del país.

Con el Nuevo Sistema de Justicia Penal, se respeta la presunción de inocencia, hay igualdad entre las partes y los argumentos se expresan de viva voz frente a un Juez que va a decidir. La investigación debe ser científica y la defensa técnica.

Ya no se puede incurrir en lo que Luis Spota denominó como “Lo de Antes”. Ya no se puede exhibir a una persona como responsable de un hecho sin que haya sido condenada. La presión mediática no debe ser un pretexto para crear culpables, porque de esa manera, indirectamente se encubre al verdadero criminal.

El reciente caso de una persona detenida por un feminicidio en una habitación de hotel en la capital del país y que fue liberada por un Juez, porque al momento del artero crimen no se hallaba en México, marca la diferencia con el anterior sistema de justicia. La investigación del Ministerio Público tuvo muchas deficiencias como el equivocarse en los números de placa de la moto empleada por el responsable y suponer una amistad inexistente entre víctima y victimario. En el viejo sistema, el detenido habría estado preso por años para poder demostrar su inocencia.

Lo malo de este caso, además de los días que el inocente estuvo preso, es que un asesino sigue suelto. Lo bueno, que aún hay jueces en la Ciudad de México y que los derechos comienzan a respetarse.

Abogado penalista y académico.
@gabrielregino

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