Agradezco la invitación de mi amigo Juan Francisco Ealy Ortiz para regresar como articulista a esta gran casa del periodismo, donde escribí durante más de 5 años. Es un privilegio y un gran reto hacerlo en una encrucijada crítica en la historia de nuestro país, en que los medios deben aportar ideas basadas en un análisis objetivo y constructivo. Estoy a favor de la necesidad de las transformaciones que requiere México, pero la “orientación del cambio” todavía no está bien definida, parece un “rompecabezas de piezas sueltas” donde algunas claramente no embonan.

Regreso a México después de un mes de viaje. Mi principal conclusión es que dejé un país con perspectivas de cambios, planteados por el futuro gobierno, que eran alentadoras, y favorecían un razonado optimismo. “Parecía que íbamos bien”. De regreso me encuentro con “otro país” y un ambiente muy deteriorado, sacudido por decisiones apresuradas e irresponsables que han socavado la confianza. Ésta tarda tiempo en ganarse, se pierde en un instante y puede no restablecerse.

A finales de septiembre justamente ésta se iba recuperando: se superaron las incertidumbres relacionadas con el triunfo de un candidato “populista”. Se hizo una tarea excepcional. AMLO como presidente electo evidenció sus mejores cualidades y tendió puentes de conciliación con los liderazgos del sector privado para trabajar juntos. Sí mantuvo algunas “irreductibles” cuestionables.

El mayor éxito fue la definición de una estrategia macroeconómica prudente: preservar finanzas públicas sanas, sin incurrir en deuda, respetar la autonomía del Banco de México y preservar la estabilidad de precios. A veces hasta demasiado conservadora, de no tocar impuestos. Fue buena la propuesta de proponer a Heath como vicegobernador del Banco. Hubo un mérito indudable de Alfonso Romo y su futuro equipo hacendario; Carlos Urzúa y Gerardo Esquivel, que hicieron una gran labor reuniéndose con decenas de inversionistas y transmitiendo las principales líneas de la política económica en forma creíble y sustentable. A esto se añade el apoyo de AMLO a las negociaciones del TLCAN, logrando finalmente un Acuerdo trilateral rebautizado. ¡Como síntoma positivo el peso se apreció!

De repente sobrevino un movimiento telúrico y todo este esfuerzo “se fue por la borda”. El elemento detonador fue la cancelación del proyecto aeroportuario de Texcoco, sustentada en un “grotesco referéndum”, grave error en que no se midieron las consecuencias. Decisión reprobada por personas y entidades de gran nivel técnico y prestigio moral. El peso y la Bolsa cayeron. Debe entenderse que los mercados castigan las decisiones irracionales, con alto costo para todos. Es difícil justificar los billones de pesos que quedarán literalmente enterrados, dejando una deuda elevada y la cancelación de miles de empleos, en una obra con alto grado de avance. Frente a un proyecto que no existe, incompatible técnicamente con el actual. El problema no es sólo el dinero desperdiciado, sino la seria duda sobre la capacidad del gobierno para adoptar decisiones racionales y el deterioro de la confianza de los inversionistas en nuestro país, ¡agudizada por nuevos desatinos, como desaparecer a Bancomext!

Queremos que le vaya bien al nuevo gobierno y al país. Pero ahora está en la encrucijada nuevamente de iniciar un “círculo vicioso de deterioro, polarización y atonía económica”, o volver a recuperar la confianza para iniciar bien el 2019, que requeriría dos recetas: un buen Presupuesto y rectificar, como estadista, que “sí va Texcoco”. ¡Ojalá!

Twitter: @suarezdavila

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses