Este es un momento de reflexión nacional sobre el rumbo de la 4T y el Plan Nacional de Desarrollo. Dentro de los grupos que han formulado propuestas, recientemente el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM, del cual formo parte, formuló una síntesis de once ideas fundamentales para una nueva política económica.

La primera fue privilegiar el objetivo de crecer a ritmos mínimos del 4%, que ya fue aceptado por el gobierno. Pero el Presupuesto y la política actual no hacen nada que permita alcanzarlo. Al contrario, los nuevos recortes acentúan una fuerte desaceleración a principios del gobierno. Para crecer es indispensable aumentar la inversión pública, absurdamente baja, duplicándola del 3 al 6% del PIB, como pivote de un mejor equilibrio regional, (sur-sureste rezagado) y del turismo. Las inversiones en infraestructura, ya de por sí insuficientes, significan despilfarro en algunos proyectos mal evaluados. Lo grave es que, el gobierno carece de espacio fiscal, sea para invertir, para un programa social de envergadura, o para el rescate esencial de Pemex. Para ello es indispensable consensar una Reforma Fiscal integral. En lugar de introducirla, incluyendo un ISR progresivo, se rebajan impuestos en la zona más próspera del país. Asimismo, debe reformarse el dispendioso sistema de “feudalismo fiscal”.

Se necesita activar una política industrial tecnológica y educativa que también ya aceptó el gobierno, pero debe ahora instrumentarse. La necesaria política científica y tecnológica a través del Conacyt, más bien se debilita. Se conspira contra la calidad de la educación básica y las universidades públicas. La política comercial debe integrarse a la industrial y la regional para que se refuercen recíprocamente.

La política energética debe redefinirse para hacerla motor del desarrollo industrial. Ello pasa por la reconstrucción financiera y productiva de Pemex, eliminando su “ordeña” fiscal, orientando los recursos hacia la exploración y producción y descartando proyectos que no son viables (Dos Bocas). Éste es el punto más vulnerable de toda la estrategia económica. Además de impulsar energías renovables, debe fortalecerse la estrategia ambiental olvidada, protegiendo nuestra biodiversidad, bosques y aguas, y contribuyendo al “crecimiento verde” a través de una regeneración urbana. Otra política sectorial fundamental es el desarrollo del campo para abatir la pobreza extrema, lo cual requiere ir más allá del “sistema de seguridad alimentaria” con una política integral de crédito, fertilizantes, asistencia técnica y almacenaje.

Sin el sustento de una política de financiamiento de desarrollo inexistente, no hay políticas industriales o sectoriales que valgan. Los bancos de desarrollo como Nafin, Bancomext, Banobras, deben contribuir a estructurar políticas, programas, generar proyectos y formar técnicos, no “achicarse o fusionarse”. La banca privada genera altas utilidades para sus matrices, pero insuficiente aporte al desarrollo.

No se logra construir un verdadero Estado de Bienestar Social con un recetario asistencial, sino creando un “sistema universal de salud”, de pensiones y un seguro acotado de desempleo. Estos son los 3 pilares de cualquier sistema. Ello va acompañado de una nueva política laboral. Aquí se ha avanzado con el aumento del salario mínimo y el programa de jóvenes, pero se requiere más capacitación para aumentar la productividad, incluyendo aspectos tecnológicos.

Como se puede apreciar, algunos objetivos y políticas ya se han aceptado, pero subsiste una brecha entre intenciones y medios con claras contradicciones. El neoliberalismo se “entierra, pero también se resucita”. Proponemos pues elementos claves que deben concretarse para recuperar un desarrollo acelerado, incluyente y sustentable.

Exembajador de México en Canadá.
@ suarezdavila

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