Hace años, Bill Clinton invitó a diversas fundaciones del mundo a una reunión llamada Clinton Global Initiative. Ahí, una mañana nos presentó a un joven de Somalia quien dijo que él, desde niño, vivió una cultura que lo moldeó como un asesino; nos afirmó no recordar cuándo mató por primera vez, y menos, a cuántas personas les había quitado la vida.

En medio de nuestro asombro afirmó: “acepté la invitación de Clinton porque me interesa que conozcan mi historia, ya que, hasta que salí de mi ambiente y de mi país me di cuenta de que estaba actuando mal. Mientras viví esa realidad, eso era lo normal; los valores estaban totalmente distorsionados, pero no era consciente de ello porque es lo que aprendí de mis adultos desde niño”.

“Todos los días, afirmó el joven africano, muchos jóvenes están siendo atraídos por el crimen y hay pocos esfuerzos para orientarlos a una vida constructiva. Ustedes deberían estar alertas y jalar a sus jóvenes hacia una sociedad de oportunidades en cada uno de sus países, porque nadie más lo hará”.

En México, uno de los segmentos de población más olvidado, que no cuenta con una política gubernamental para su desarrollo y que, curiosamente, es el segmento que más bien puede hacer a la sociedad mexicana, es precisamente el de sus jóvenes.

Sólo salen adelante por el apoyo de su familia, pero un amplio grupo, que se calcula en el diez por ciento de ellos, al no contar con oportunidad alguna y carecer de sentido de pertenencia, se encuentra deprimido, desesperanzado o enojado, lo que lleva a muchos a buscar un sentido de pertenencia en grupos de delincuentes.

Sentirse parte de un grupo y construir una identidad es una de las características de todos los adolescentes y jóvenes del mundo. Viven una etapa de auto-afirmación que se combina con rebeldía y con el cuestionamiento del status quo.

Por ello, si a una condición natural de la edad, se le suma la desesperanza, es fácil entender por qué muchas personas se dejan capturar por las falsas promesas de una vida delictiva.

En muchos lugares se empieza a reproducir la escalofriante narrativa somalí al irse creando una cultura que ve con naturalidad la participación en la violencia.

Por ello, la propuesta eje de política social de López Obrador se centra en la esencia del problema de la violencia y tiene claro programa, presupuesto, beneficiarios y resultados esperados para más de dos millones y medio de jóvenes que hoy ni trabajan, ni estudian, abriéndoles la puerta de la sociedad de par en par para que su sentido de pertenencia y satisfacción sea en un México incluyente.

La plática del joven de Somalia concluyó señalando que ser buen ciudadano no es solamente votar; no es nada más respetar las reglas de tránsito; o pagar impuestos. Es fundamentalmente velar por que el tejido social sea sano. Y eso es proactivo. Y hay Plan para lograrlo.

Presidente ejecutivo de Fundación
Azteca. @EMoctezumaB
emoctezuma@tvazteca.com.mx

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses