Los mexicanos estamos urgidos de una política social de Estado para lograr armonía social, seguridad y crecimiento económico.

Más que paliativos, de una vez por todas, debemos generar el consenso nacional alrededor de una política de desarrollo que lleve en su ADN la propuesta de una sociedad armónica.

¿Qué es una sociedad armónica?

Aquella que garantiza principios básicos: Mínimos de bienestar; leyes justas; libertades y derechos humanos; facilidades para el desarrollo de capacidades y competencias; derechos de propiedad; equidad en la distribución de oportunidades y cuidado del medio ambiente. Es un ganar–ganar económico, social y ambiental para todos.

México es grande y rico, del 10 por ciento de los países con más alto PIB, territorio, población, diversidad ecológica e hidrocarburos.

Pero nuestros rezagos son también notables.

Entre 150 países, somos la economía 15, en consumo, inversión y exportaciones, pero 112 en coeficiente de GINI, que mide la distribución del ingreso.

Somos cuarto lugar en biodiversidad, pero 150 en asaltos a mano armada.

Sin embargo, nuestra ventaja es que tenemos con qué superar nuestras carencias.

¿Qué requerimos?

Conocer nuestras fortalezas y miserias históricas.

Como en toda Latinoamérica, la conquista resultó en países racial, económica, social y geográficamente divididos entre indígenas, mestizos y criollos.

México está tan finamente dividido en sus tres naciones, que poco se tocan entre sí. Falta integrarnos.

Pero afortunadamente vivimos en un fascinante tiempo de transición. La ciencia y tecnología se empiezan a alinear en favor de la construcción de una verdadera democracia.

¿Por qué? Porque frente a un sistema político vertical, la sociedad ya cuenta con redes horizontales; frente al conocimiento reservado a quien podía pagarlo, se universaliza el acceso a las ciencias, artes y humanidades; porque el precio de la energía tiende globalmente a la baja y porque la calidad en salud y educación cada vez alcanza a mayor población.

La participación civil de hoy, antes era impensable.

¿Cómo acelerar el arribo de la armonía social que promete el futuro?

¿Cuál es la agenda de una política social de Estado?

Lo primero es apoyar a los jóvenes.

No sólo para mitigar los efectos de 7 millones de ninis, carne de cañón del crimen organizado, sino para construir con los jóvenes la conciencia de una verdadera igualdad de género a través de un ambiente basado en el aprendizaje colaborativo con la tecnología al centro del esfuerzo.

A los jóvenes debe ligarse el deporte, junto con la salud, la educación, el ingreso y el arte.

Somos el país más obeso del mundo y no tenemos activación física escolar para una vida saludable.

Los jóvenes carecen de salud reproductiva, por lo que 400 mil mujeres menores de edad se embarazan anualmente.

¡El 90 por ciento de estos embarazos no son deseados!

El arte genera tejido social sano. Promover entre los jóvenes programas como el baile y la música no es un problema de presupuesto, sino de proyecto.

Y algo importante es distribuir capacidad emprendedora como la fórmula para generar riqueza colectiva entre nuestra juventud. Así, en vez de ir de “mal en peor” iremos de “mal en mejor”.

Presidente ejecutivo de Fundación
Azteca. @EMoctezumaB
emoctezuma@tvazteca.com.mx

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