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En Guerrero las amenazas de muerte se cumplen. A Benigno Marabel le dieron de tiros al llegar a la cabecera municipal de Zitlala, en la región Centro. Era de un pueblo que el crimen despobló.

El 6 de enero de 2016, unos 25 hombres armados entraron a Quetzalcoatlán —el pueblo de Benigno— esculcaron las casas y comenzaron a disparar a quien se les ponía enfrente. Después de 30 minutos el saldo fue de seis habitantes asesinados, cinco de una sola familia.

Ese mismo día Quetzalcoatlán quedó solo. Las 34 familias dejaron sus casas, sus animales y todas sus pertenencias y se desplazaron a la cabecera municipal. Ahí velaron y después enterraron a los seis.

Durante más de tres meses vivieron en distintos lugares, el auditorio municipal, en casas prestadas o donde pudieron. Veinticuatro familias decidieron estar juntos por seguridad. Vivieron hacinados, sin servicios y con apenas la comida suficiente.

Todo ese tiempo lo pasaron vigilados por policías estatales para impedir que volvieran a atacarlos.

Después de los tres meses el regreso a Quetzacoatlán fue progresivo. Hasta julio de hace un año las 34 familias volvieron a estar juntas en su pueblo. Regresaron porque lograron que el gobierno del estado les otorgara medidas cautelares: en los primeros días dos patrullas los vigilaban día y noche y acordaron que cuando tuvieran que salir, una los acompañaría y la otra se quedaría.

Pero de unos meses para acá, a los pobladores sólo los resguarda una patrulla y ésta es inamovible.

La amenaza del grupo armado que los atacó nunca se diluyó. De vez en cuando los pobladores reciben mensajes de que la masacre del 6 de enero se puede repetir.

A un año y medio de aquel ataque, los pobladores están seguros de quiénes son sus atacantes: sus vecinos de la comunidad de Tlaltempanapa, también del municipio de Zitlala.

Los pobladores de Tlaltempanapa, mantienen un retén sobre la carretera, una vez pasó un poblador de Quetzalcoatlán y le preguntaron si estaba enojado por la masacre del 6 de enero y después le dijeron que si lo estaba le pasaría lo mismo. El hombre atinó a decir que no y logró cruzar.

En ese retén, los armados paran a las camionetas pasajeras y preguntan por los de Quetzalcoatlán. La advertencia es permanente: si por ahí pasa uno, lo bajan.

El pasado miércoles Benigno Marabel y Salomón Lara salieron de Quetzalcoatlán a comprar víveres y a vender los pocos productos que pueden hacer en su comunidad: cintas de palma, con las que se realizan muchas artesanías de la región.

Para salir de Quetzalcoatlán el paso más fácil es por Tlaltempanapa, pero Benigno y Salomón lo evitaron: rodearon las comunidades para llegar a la cabecera municipal de Zitlala. Cuando se encontraban en una de las entradas los atacaron.

Benigno, un hombre de 60 años de edad, murió en el momento, mientras que Salomón, de 56 años, el balazo que le dieron en la cabeza lo mantiene en el hospital de Chilapa luchando por vivir.

Benigno y Salomón se vieron forzados a salir de Quetzalcoatlán porque a esa comunidad no sólo los acompaña la tragedia, sino también la desgracia de no tener nada: tierras áridas, sin agua, sin siembra abundante, sin trabajo y sin el apoyo del gobierno.

Salieron buscando su sobrevivencia, pero se toparon con la muerte.

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