Hace un par de semanas, Miriam Elizabeth Rodríguez Martínez comentó a una persona de su confianza: “Me van a matar un día. De eso no tengo dudas”.

Tenía 50 años, era muy valiente y de carácter fuerte. Aseguraba no tener miedo y siempre andaba armada. “Sólo pido que me dejen defenderme”, decía.

Le sobreviven su esposo y dos hijos, narra alguien quien la conoció y prefiere no dar su nombre.

Comenta que Miriam vivió un tiempo en Estados Unidos, pero en el año 2012, cuando desapareció su hija, regresó a México.

Su determinación la llevó a fundar el Colectivo Desaparecidos de San Fernando, que cuenta con unos 600 integrantes de la región.

Miriam era locataria del mercado municipal, donde vendía artículos de piel como bolsas, cintos, chalecos y ropa en general. En los últimos dos años también ocupó un empleo en la Secretaría de Salud, en San Fernando.

Sus compañeros comentan que “sola, Miriam logró detener y entregar a los delincuentes —de su hija— y era muy activa en los juzgados para ayudar a más personas”.

La activista platicaba que 16 personas participaron en el secuestro y muerte de su hija, de ellos mandó a la cárcel a 13; ella personalmente detuvo a tres.

“Luchó sola con los recursos de su negocio para desafiar a esas personas del crimen organizado”, aseguran.

Y no sólo luchó en el caso de su hija, decenas de personas localizaron los restos de sus familiares desaparecidos gracias a su apoyo. Su último movimiento lo hizo el mismo día de su muerte; acudió a la presidencia del municipio a protestar porque permitieron instalarse en la plaza principal a comerciantes foráneos, “nos vienen a quitar el ingreso”, reclamó.

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