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Para Sebastián no hay imposibles. A los 11 días de haber nacido fue diagnosticado con cuadriparesia espástica y se le pronosticó una vida difícil por sus limitaciones motrices.

“Desde niño entendí que tendría que esforzarme más que la mayoría, pero no me amedrento, tengo las ganas de salir adelante”, señala este joven de 28 años, quien se se graduó como licenciado en Administración y Sistemas Computacionales y actualmente cursa la maestría en Administración de Negocios. Sentado en la sala de juntas del Centro Universitario Hidalguense (CUH), Sebastián recuerda sus logros.

“Quizá tengo que hacer un esfuerzo más grande que la mayoría de las personas, pero siempre me apoyan mis padres José Guadalupe Montiel y María del Carmen, además de los médicos, terapistas y sicólogos, quienes formaron parte de mis primeros años de vida”.

Recuerda que constantemente tenían que viajar a la Ciudad de México, puesto que en Pachuca no había un especialista. El primer gran reto al que se enfrentó fue aprender a caminar, “lo logré cuando tenía seis años y desde entonces no hay meta que no haya podido alcanzar”. La primaria la cursó con ayuda de un asistente. “No podía tomar notas, el asistente se encargaba de escribirme los apuntes. Al llegar a la preparatoria eso se terminó, gracias al avance de la tecnología”.

En casa —dice—, su padre quería que estudiará Derecho igual que él, carrera que intentó; sin embargo, nunca le gustó y aunado a que en la universidad fue víctima de bullying, decidió abandonar sus estudios.

Decidió estudiar administración y sistemas computacionales, “sabía que podía con ello y quería demostrarlo”; el CUH, le brindó todas las facilidades. Para Sebastián no basta un título universitario y la maestría; las letras también son su pasión y espera editar un libro con poemas.

Narra que su día empieza a las 06:30 horas; antes de dirigirse a la universidad va al gimnasio y realiza algunos quehaceres. Sebastián tiene dos hermanas, una mayor y otra menor , esta última fue un milagro porque llegó a la familia a pesar de que su madres se había operado para no tener más hijos. El joven de 28 años prevé terminar la maestría, seguir con cursos de literatura y formar su propia familia. “Todo va a llegar a su debido tiempo, le digo que no se desespere”, dice su madre Carmen. Refiere: “La discapacidad no es una condena, que la gente en estas condiciones sepa que siempre se puede salir adelante”.

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