El temor en los dueños de pequeños negocios en el centro de Fresnillo ha estado latente desde hace varios años por el asentamiento de los grupos delictivos.

Esta situación ha sido aprovechada por la delincuencia común para cometer robos a mano armada o extorsiones, lo que ha provocado cierres de negocios familiares o bien los comerciantes que se quedan han tenido que implementar nuevas medidas de seguridad.

Es el caso de José “N”, de 75 años, quien desde hace más de una década tiene una vinatería en la zona. El temor comenzó hace tres años cuando fue amenazado por hombres que dijeron pertenecer al crimen organizado.

En aquella ocasión, cuando trataron de intimidarlo y aplicarle un pago por derecho de piso, se dio cuenta que tal vez no se trataba de delincuentes comunes.

“En ese momento no sabíamos qué tanto era verdad o mentira, porque había casos de comerciantes de esa zona que sí habían sido levantados, extorsionados o secuestrados por grupos delincuenciales”, relatan sus familiares.

Ahora el problema es que la delincuencia común también hace de las suyas. Lo más grave es que los atracos los cometen a cualquier hora y menores de edad.

Relatan que en enero pasado, a la hora de la comida, al negocio familiar entró un joven. José pensó que se trataba de un cliente, pero éste le ofreció la venta de un rancho y eso lo puso en alerta. De inmediato, le dijo que no tenía dinero y no le interesaba. El muchacho salió, pero regresó con una pistola.

A José lo salvó que siempre ha sido precavido y después de las amenazas colocó un timbre oculto debajo del mostrador, que presiona en caso de una alerta y se escucha en la segunda planta del negocio familiar.

El delincuente lo encañonó, pero algo ocurrió y al momento de cortar cartucho se le trabó la pistola. Este tiempo fue vital. Fueron segundos, pero permitió que llegara el hijo de José, quien logró someterlo y quitarle la pistola.

Con el coraje, miedo e impotencia, por un momento su hijo pensó en golpear al delincuente, pero José optó por hablar a las corporaciones policiales y entregarlo. Luego acudió a interponer una denuncia penal. Sus familiares lamentan que en el Ministerio Público no querían levantar su denuncia bajo el argumento de que se trataba de un menor de edad y que no se consumó el hecho.

José insistió en que se abriera una carpeta de investigación y el joven fue remitido al Centro de Internamiento para Menores.

La familia ahora tiene que cerrar a las ocho de la noche y enrejaron su negocio.

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