Feliciana Rosales Peñaloza aprovecharía las vacaciones de Semana Santa para visitar las playas michoacanas al lado de sus compañeros de trabajo, a quienes conocía de años y sabía que anualmente realizaban un viaje familiar. El miércoles por la noche, antes de abordar el autobús, Feli pidió a una de sus hijas cuidar de su hijo menor, como si la mujer de 42 años predijera la tragedia que horas después le arrebataría la vida en la Autopista Siglo XXI.

Los restos de Feliciana no son despedidos en un mausoleo, como ocurrió con la mayoría de las víctimas mortales. Su cuerpo fue llevado al domicilio de su madre, en la colonia Industrial de Morelia, donde la acompañan sus tres hijos, Itzel Fernanda, de 21 años; Karla, de 19, y Cristian, de 17.

Feliciana tenía la intención de llevar con ella a sus tres hijos. “Nos había invitado a mis hermanos y a mí, pero no quisimos ir. A mí porque no me dieron vacaciones y a mi hermano porque lo acababan de operar. Esa noche la fuimos a llevar y horas después me di cuenta del accidente a través de Facebook”, narra Itzel, quien estudia la licenciatura en criminología.

Sus hijos no se opusieron al viaje, “queríamos que se despejara de todo, que se fuera de vacaciones. Se fue a gusto, se fue feliz que era lo que ella quería. Se despidió de mi hermano y de mí y me encargó a mi hermano, ahora siento que tengo esa responsabilidad”, dice la joven quien, agrega, se ha resignado a ocupar la figura materna que dejó su madre.

El legado que Feliciana le ha heredado es incalculable. Itzel recuerda a su mamá como una guerrera: “Fue padre y madre a la vez, nos enseñó a luchar por todo, así como ella salió adelante. Me decía que le echara ganas a la escuela, de hecho, ella ya estaba planeando mi titulación”.

Feliciana trabajaba en el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia, de Morelia como Instructora de Manualidades. En casa, sus actividades no eran distintas, pues sus ratos libres los invertía en tejer ropa y accesorios para su familia y en trabajos de belleza.

“Le encantaba cocinar, todo lo de estética, tejer y coser. Nos hizo pantuflas a mis hermanos y a mí, a mi sobrina, muchos chalecos, a mi abuelita, a toda la familia nos hizo ropa”, añade.

Para la familia Rosales Peñaloza, este no es el primer duelo que han vivido, pues antes de Feliciana habían sufrido la pérdida de otro hermano, aunque, dicen, el de Feli fue de mayor magnitud. El único hermano que aún vive, Fabián, la recuerda como una mujer sumamente trabajadora y dedicada a su familia.

“Era una mujer muy trabajadora, muy alegre y amiguera, pero también muy preocupada por sus hijos, a ellos nunca les faltó nada por los sacrificios que hacía su mamá”, dice Fabián.

La familia pide que “este ciclo acabe pronto, pues no tenemos palabras para la dimensión del accidente. Todavía no terminamos con el dolor, nunca se nos va a quitar”, finaliza Fabián, quien aún no puede concebir que el viaje de su hermana no tenga regreso.

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