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Entre gritos que ofrecen tamales de iguana con huevos del reptil y dulces típicos, la familia López Ordaz cumple con el ritual zapoteca: convivir con sus difuntos en el panteón en Domingo de Ramos.

Al inicio de Semana Santa, los indígenas rescatan sus mejores prendas: coloridos huipiles y enaguas para reír, llorar, comer y beber en las tumbas. Escuchan música, a las bandas que interpretan los amorosos y dolientes sones istmeños.

La comunidad vive, disfruta y sufre la ausencia de quienes fallecieron. Como todos, Jorge López Ordaz le lleva flores y veladoras a su madre y hermano, quienes se adelantaron en la ruta de la inmortalidad.

“Nuestro panteón tiene más de 100 años, mis familiares han dicho que esta tradición les fue transmitida por sus abuelos y tatarabuelos. Mi esposa, la profesora Donají, y yo venimos cada año”, asegura.

Para este pueblo y su concepción de la muerte, las familias reciben en sus hogares a sus difuntos a finales de octubre, previo al Día de Muertos, y agradecen la visita este día.

“Para nosotros es importante mantener vivas nuestras tradiciones. Queremos que nuestros hijos sigan con las costumbres”, señala Fernando Rasgado, quien acudió desde muy temprano a la tumba de su suegro.

Casi a la entrada del cementerio, la señora Teresa Gallegos, rodeada de otras vendedoras de flores, no se da abasto para atender a sus clientes.

Doña Virginia compró un arreglo floral de 200 pesos. “Salió más barato que comprar las flores sueltas”, dice en tono molesto, porque ahora el precio de las flores volvió a subir. Pese a los precios, la tradición persiste.

Doña Estela, quien vende cervezas en el pasillo principal del panteón señala: “Esta tradición ayuda a mantener viva la economía”, pues las familias juchitecas han dispuesto parte de su ahorro para conmemorar el Domingo de Ramos. Conforme llega la tarde, el grito en zapoteco que busca atraer la atención es mayor. “Nu’ Guetagu’ Guchachi dxita” que en español significa: “Hay tamales de iguana con huevos del reptil escamoso”.

Doña Martha es una de las tantas vendedoras de ese platillo, se queja porque cada día el reptil sube de precio al igual que el maíz. Es la sequía, dice.

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