En la falda de la mítica montaña Tetacahui que hace miles de años fue colonizada por indígenas guaimas, yaquis y seris, se le dio la bienvenida a la primavera en el hemisferio norte.

Sentados en la arena de la playa Piedras Pintas de San Carlos, Nuevo Guaymas, frente al mar de Cortés, un grupo de personas vestidas de blanco, encabezadas por la periodista Lina Bueno, se reunieron este lunes 20 de marzo para recibir el cambio de estación, despedir el invierno y conectarse con la Madre tierra en el equinoccio.

El fenómeno que ocurrió a las 6:28 horas de Sonora, dejó un halo de espiritualidad entre entre los asistentes a este cuarto encuentro de resplandor solar.

Antes de iniciar la reunión realizaron limpieza del lugar, luego se relataron leyendas cargadas de misticismo que rodean a este cerro venerado por los indígenas yaquis y seris.

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En este lugar se reunían los miembros de las etnias sonorenses, los pimas, seris, yaquis, guaimas y mayos realizaban grandes caminatas para llegar a este lugar para darle la bienvenida a la primavera.

Entre los mitos que se cuentan de este cerro denominado por los yaquis Tetacahui, que significa tetas de cabra por su morfología, es que la punta derecha pertenece a los yaquis y la izquierda a los seris, y un día quedaron unidas al enamorarse una pareja que pertenecía a las dos etnias.

Según los asistentes a este encuentro de comunión con la tierra, el aire, el mar y el fuego, por dentro, el cerro es de cristal y tiene múltiples pasadizos.

En las leyendas del cerro Tetacahui dicen que en este lugar posaban naves extraterrestres y que éste cerro y otro del municipio de Empalme, son los únicos en el mundo donde se pueden ver mejor las constelaciones.

A las faldas del cerro se encuentra la playa piedras pintas; está llena de predruscos multiformes con pecas, manchas, rayas y colores, son esos que un día arrojó el mar porque estaba inconforme por la manera como es tratado el ecosistema.

Más de 20 personas reunidas en la playa entre el cerro Tetacahui y el Mar de Cortés, sentados en circunferencia, entre arena y piedras se tomaron de las manos, las entrelazaron y empezaron a transmitirse energía.

Quienes tenían conocimiento de prácticas de relajación apoyaban a las otras personas para enseñarles a establecer contacto con la naturaleza.

De pié con las palmas hacia el sol se cargaron de energía; luego sentados con la palma de la mano izquierda hacia arriba y la derecha hacia abajo, hicieron una cadena de fuerza para equilibrar los chacras (centros de energía) del cuerpo.

Fueron cinco horas donde conocidos y desconocidos se tomaron de las manos, participaron en diversos rituales dejaron la marca de sus huellas por piedras, tierra y arena. Celebraron equinoccio, ese instante justo en que coinciden la duración del día y la noche en cualquier punto de la tierra.

Renovación y protesta

En la bienvenida a la primavera no todo fue agradable, comentó la integrante de la organización Tetacahui, Lina Bueno López, pues al llegar a la celebración, la playa estaba llena de basura y botes de cerveza, lamentó el escenario que encontraron para realizar esta tradición.

“Que ironía nos citamos a celebrar la juya ania, la renovación de la vida que se da igual en la mítica montaña sagrada para nuestras tribus ancestrales, como en las playas y montes de pitahayos, sahuaros y sangrengados que anidan tantos capullos, libélulas, y después mariposas, donde nos dejan sus tenábaris y dan continuidad al significado de las tradiciones y nos encontramos basura”.

afcl

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