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Esquipulas.— Una decena de municipios de Guatemala y México en la frontera sur tienen algo en común: comparten la veneración por el Cristo Negro. Durante el mes de enero le dedican danzas y celebraciones al Señor de Esquipula.

La fiesta de Chiapa de Corzo vivió un momento de alegría con el tradicional recorrido de las Chuntá: varones vestidos con ropa típica de la mujer chiapaneca que pasean por las calles del pueblo y recintos religiosos para enaltecer sus tradiciones.

Orgullosos y seguros, cientos de hombres dejaron por unas horas su aspecto varonil para dar paso a la personificación de las célebres chuntá, que año con año colman las avenidas y las iglesias de vivas y baile.

La tradición nace del mito de la historia de María de Angulo, la española que vino a México en busca de la cura para la enfermedad de su hijo.

Gerardo Madrigal, uno de los fundadores de un grupo de amigos que desde hace 38 años se ha encargado de rescatar a este personaje, destacó que las Chuntá acompañaban a la comitiva de doña María cuando, en agradecimiento por la sanación de su hijo, recorrió las calles del municipio para regalar alimentos.

“Según la leyenda que data del siglo 18, las chuntá o sirvientas acompañaban a esta señora durante su trayecto, pero también mi papá contaba que cuando llegaron los españoles los indígenas de aquí no se dejaban someter, entonces se disfrazaban de mujer para pasar desapercibidos”.

Eso sólo es una parte del festejo. El domingo 15 salen los parachicos, cuya danza fue catalogada en 2010 como Patrimonio Cultural Inmaterial por la Unesco. Los bailarines recorren las calles del municipio para celebrar al Señor de Esquipulas.

En el municipio de Escuinapas, Guatemala, habitantes también veneran al Cristo Negro el 15 de enero.

“Padre, le rogamos nos bendiga con un trabajo digno para mi hijo, padre del cielo y Señor de Esquipulas. Pronto venimos. Familia Ramos Sandoval”, se lee en uno de los miles de agradecimientos en el libro de actas que está a dos metros del Cristo Negro, en este municipio guatemalteco. Es una de las imágenes más veneradas por los fieles católicos de América, después de la Virgen de Guadalupe.

Tradición de historia. Marco Antonio Murcia Gáldamez, quien ha trabajado durante dos décadas en la Basílica de Esquipulas —inaugurada en 1759, durante el mandato de fray Pedro Pardo de Figueroa, obispo de Guatemala—, dice que ha visto una fe creciente a la imagen que se venera el 15 de enero.

Explica que entre el 13, 14 y 15 de enero llegan 8 mil feligreses para
pedir sanidad, trabajo, fortuna y
cosechas abundantes. Llegan procedentes de Estados Unidos, California, México, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala.

En breves minutos, los fieles pueden depositar al pie del Cristo una imagen de cera, una limosna o un breve escrito con la petición.

Además del 15 de enero, los católicos llegan en forma masiva el 9 de marzo para recordar que ese día, pero de 1594, los curas asentados en el antiguo territorio de la etnia chortí mandaron a tallar la imagen con el escultor portugués Quiro Castaño, en La Antigua, Guatemala. Otra temporada de arribo masivo de fieles católicos a la basílica es durante Semana Santa, detalla Murcia Gáldamez, cuando realizan procesiones y otros construyen alfombras coloridas de aserrín en las calles de este poblado ubicado en el punto donde confluyen los territorios de Guatemala, Honduras y El Salvador.

El 25 de julio —que es cuando se celebra al apóstol Santiago— es otra fecha memorable de los católicos, porque recuerdan el primer asentamiento donde permaneció el Cristo negro, hasta que fue trasladado a la basílica actual en 1595.

Fiesta constante. Cientos de cohetes son quemados durante día y noche entre el 13 y el 15 de enero, cuando los feligreses arriban a la basílica que permanece abierta las 24 horas. Las campanas llaman constantemente a misa. Los 40 hoteles que se encuentran en el poblado son insuficientes para alojar a los miles y miles de peregrinos que llegan en romerías.

Una de las más coloridas es la de los oaxaqueños, que durante todo el trayecto de la entrada al pueblo al templo obsequian copas de mezcal, describe un lugareño.

El abad de la Basílica, Héctor Sosa Paz, rememora que cuando Quiro Castaño esculpió la imagen tenía otra tonalidad, pero por la exposición de la imagen al humo de las candelas durante varios siglos tomó el color que tiene ahora.

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