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Chilpancingo.— La tarde del jueves a Gudelia, de 52 años, y a su hija Kenia, de 13, las despidieron en el panteón privado de La Villa cientos de personas.

Alrededor de las tres de la tarde, los féretros de las mujeres salieron de la casa donde las velaron rumbo a la iglesia San Martín de Tuors, ubicada enfrente del Zócalo de la ciudad.

Detrás de los ataúdes cientos de personas los seguían, “hasta dos o tres cuadras se llenaron de gente que las acompañó”, contó un vecino que asistió al entierro de las mujeres.

El contingente lo conformó principalmente los compañeros de Gudelia, los comerciantes del mercado Antonio Nava Catalán y del barrio de Santuario, y los estudiantes y profesores de la secundaria Baltazar R. Leyva Mancilla, donde estudiaba Kenia.

“Gudelia era muy conocida en Tixtla por la cena que vendía, mucha gente iba a cenar en su puesto”, cuenta el vecino. El puesto de Gudelia en el barrio del Santuario no era más que una mesa, un anafre y algunos bancos que colocaba en la banqueta para sus clientes a los que les vendía picaditas todos los fines de semana.

A Gudelia y a Kenia las asesinaron el pasado jueves en su casa en la calle Armendaris en el barrio de Santiago. Alrededor de las 4 de la tarde un comando armado llegó al domicilio les dio de tiros y después les echó gasolina hasta que se quemó el domicilio. De acuerdo con testimonios, los criminales estuvieron ahí 40 minutos.

Entre los vecinos del barrio Santiago hay una pregunta latente: “¿A esa hora dónde estaba la policía municipal, la estatal, los militares o, incluso, la policía comunitaria que ahí opera?”.

Ninguna corporación llegó, nadie hizo nada para evitar el crimen de Gudelia y Kenia. La policía municipal y Protección Civil llegaron casi una hora después del crimen, pese a que su cuartel está a menos de 300 metros.

En el funeral y el sepelio, cuenta el vecino, los asistentes manifestaron su preocupación y molestia. “Nunca había pasado algo parecido, la gente está muy molesta por lo que le hicieron a la niña y no decimos que la señora andaba mal, no, pero se pasaron con la niña”, declara.

Los motivos del crimen no están claros y muy pocos se atreven a pronunciarlos. Sin embargo, comienzan a surgir versiones: una que los criminales buscaban a uno de los hijos de Gudelia y, la otra, que iban por una de sus hermanas. Nadie se atreve a confirmar ninguna de las dos.

A las 5 de la tarde, Gudelia y Kenia fueron enterradas sin que se sepa con claridad los motivos de su muerte.

Este caso es el último hecho de violencia registrado en Tixtla, pero desde hace unos meses la violencia en ese lugar va en aumento. Los grupos delictivos, Los Rojos y Los Ardillos están disputando su control.

Hasta el año pasado la lucha entre estos grupos se concentraba en Chilapa, municipio colindante con Tixtla. Allá, Los Rojos y Los Ardillos están peleando desde 2013, su disputa ha dejado más de 200 personas y más de 100 están desaparecidas, de acuerdo con el colectivo Siempre Vivos, que aglutina a los familiares de los desaparecidos de Chilapa y Zitlala.

Esa misma guerra ha llegado a la capital, Chilpancingo, y ha dejado en medio a Tixtla. Quien controle ese municipio podrá disponer del corredor que va de la capital hasta la Montaña.

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