Tlaxcoapan

Mari trabajó siete años en una empresa de agroquímicos del corredor industrial Tula-Atitalaquia y tiene problemas de salud. La picazón en su cuerpo la delata. Ella forma parte de los casos “invisibles” de personas enfermas por la contaminación en esa región del estado. Durante años  ecologistas y asociaciones civiles han denunciado que la degradación ambiental en la zona  ha impactado en la salud de la población, pero las autoridades aún no realizan estudios y niegan estas asociaciones.

“[A los afectados] nadie los ve y nadie los oye, son invisibles”, dicen Marco Antonio Moreno Gaytán, dirigente de la Sociedad Ecologista Hidalguense (Sehi).

Explica que la zona metropolitana de Tula, conformada por los municipios de Atitalaquia,  Atotonilco  de Tula, Tlaxcoapan y Tlahuelilpan, se considera una de las regiones más contaminadas de América Latina.

“Apolvonilco” es el sobrenombre con el que los habitantes de  Atotonilco  de Tula conocen este lugar, el cual colinda con el municipio mexiquense de Apaxco y que rodeado por empresas caleras y cementeras que dejan en el ambiente una nube de polvo.

Las casas, árboles y carros siempre tienen una capa  fina de tierra. “Lo más dramático ocurre entre 12  de la noche  y cuatro  de la mañana, cuando los procesos de producción se acrecentan”, comenta Julio, habitante del lugar, quien pide omitir su apellido por miedo a los administradores de las empresas.

El municipio parece sucio; montículos de tierra son lo primero que resaltan en la plaza pública. “Aquí todas las familias tienen al menos un enfermo”, denuncia Julio. Otros pobladores coinciden con él y añaden que la contaminación de las fábricas, la refinería Miguel Hidalgo y la carbonera, así como las cementeras han desgastado  su salud.

Según el anuario estadístico 2014  de la Secretaría de Salud, Atotonilco  de Tula tiene una población de 31 mil 78 habitantes y en ese año, 8 mil 709 registraron problemas infecciosos.

La información continúa vigente, comenta Alejandra Estrada Sierra, coordinadora municipal del Centro de Salud, al señalar que el comportamiento de las enfermedades es de un promedio de 70 consultas por día, por lo que en la temporada se alcanzan unas 8 mil 500.

Los corredores industriales de Tula- Tepeji y Tula- Atitalaquia, que tienen asentadas  más de 80 empresas, así como las aguas residuales del Valle de México han ocasionado que varios municipios presenten esta problemática, insiste Moreno Gaytán, dirigente de la Sehi.

Toleran por necesidad

Mari vive a 15 kilómetros de  Atotonilco . Platica que tiene cuatro hijas y aceptó trabajar en una empresa de este lugar por necesidad, aunque está consciente de los riesgos que implican por el manejo de químicos y pesticidas. “Me separé de mi esposo y tuve que buscar trabajo”, admite. Recuerda que primero  entró en una nave donde se fabrican pesticidas en polvo: “Estaba todo negro y olía muy feo”.

La primera vez que estuve ahí “pensé ya no regresaba”, pero la suerte, o la desgracia,  hizo que la cambiaran de área de manera inmediata. Fue asignada a otra zona donde la fabricación del producto es líquido. En ese lugar contaba con equipo de protección, un overol completo y una mascarilla que le cubría el rostro, pero “aún así el olor era insoportable”, relata.

A Mari le tocó ver cómo muchos de sus compañeros caían desmayados, otros tenían sangrado de nariz o se intoxicaban: “Un día me intoxique, sentí taquicardia, mucho sudor y no podía respirar. Por mis propios medios llegue al hospital donde me diagnosticaron intoxicación por los pesticidas”.

Los 800 pesos que Mari ganaba a la semana no sirvieron para curarla de todos sus problemas de salud. A dos años de esta intoxicación,  ya no labora en la fábrica pero las repercusiones en su salud son permanentes.  Ahora no tiene trabajo, pero teme que su historia se conozca y tomen represalias en su contra.

Sin estudios

La directora de políticas y estrategias de la Secretaría de Salud, Dolores Piña Osorio, dice que no tienen con un estudio que relacione las enfermedades que se registran en esta zona con la contaminación que generan las empresas. Acepta que son los problemas de infecciones respiratorias agudas y las gastrointestinales  las que ocupan los primeros índices de enfermedades; pero éstas, recalca, son de temporada.

“En el caso de Hidalgo no se cuenta con una base científica que nos denote el incremento de enfermedades respiratorias asociadas a la presencia de empresas”, resalta.

El activista Moreno Gaytán manifiesta  que es precisamente la realización de un estudio  lo que han pedido por años a las autoridades de Hidalgo, mientras que personal del Centro de Salud en  Atotonilco coinciden en que no hay ningún estudio médico o científico que pueda determinar esta situación, pero consideran que el hecho que  se conviva con estas empresas sí puede alterar el organismo de los habitantes.

Estrada Sierra precisa que a se ha dado seguimiento y se han hecho las notificaciones de los casos que se presentan, pero no se ha indicado cuál es la raíz de estos padecimientos.

Llueven “bolitas negras”

Alrededor de las cinco de la mañana en  Progreso, comunidad de Atotonilco, cae una ligera lluvia que deja un polvo negro en la piel o cualquier superficie. “Nadie nos dice qué es”, dice Marina Alvarez, habitante del lugar. Refiere que en las mañanas se puede ver una nube con forma de hongo sobre la refinería Miguel Hidalgo, “pero nadie nos informa”.

El secretario del Medio Ambiente en el estado, Benjamín Rico, reconoce que para dar respuestas se debe fortalecer el sistema de monitoreo de la calidad del aire en la zona. Actualmente, añade, existen tres redes de monitoreo y, en breve se formarán los comités de inspección del aire debido a que con las estaciones  “no se alcanza a monitorear toda la zona”.

En el caso de la contaminación de la aguas residuales dice que esto “representa un problema de salud y la solución final a los residuos sólidos son un problema de salud. Y cuando se tiene la solución para estos dos asuntos, entonces se tiene un problema social, nadie quiere tener a su lado la solución”.

“Empresas no son la causa”

El vocero de la empresa Cruz Azul, Miguel Díaz, explica que esta planta, una de las más antiguas de la zona, mantiene procesos de producción con tecnología que evita que se emitan tanto polvos como gases a la atmósfera.

“Cruz Azul mantiene procesos limpios; yo creo que es la única empresa que cuenta con todos esos equipos para evitar una contaminación”, asegura.

Precisa que desde hace más de 20 años se ha dado una modernización continúa y se han introducido combustibles alternos, por lo que autoridades del medio ambiente no les han dado ningún señalamiento. “Estamos dentro de las normas”, subraya. También se buscó la postura de cementos Fortaleza y la calera El Tigre pero dijeron no contar con datos.

Mientras las autoridades deciden qué hacer en esta zona, si monitorean la calidad del aire o si hacen una investigación médica,  los pobladores están a la espera de que cuando estas acciones por fin se implementen, su salud les permita conocer su destino.

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