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Chilpancingo.— Un señor con cabello canoso, cabizbajo y con ojos brillantes llega a su casa después de sepultar a su familiar. En sus manos tiene una pala y un machete, restos de tierra, además de muchas preguntas. Acaba de decirle adiós, junto a su familia, a un ser querido que fue asesinado el martes en la tarde casi al llegar a su base de combis; trabajaba como chofer en la ruta Ampliación Reforma.

Afuera de su casa hay una lona verde, en el patio colocan algunas sillas de plástico. La gente llega y abraza a los deudos. Tiene pocos minutos que Marco fue enterrado: un padre de familia de 39 años, la cuarta víctima de lo que la Fiscalía General del Estado (FGE) informó fue un asalto.

“No encontramos apoyo. No podemos poner denuncia, hay represalias, las autoridades han permitido que esta situación se salga de control. Nos dejan desprotegidos sin el valor civil de denunciar”, cuenta el hombre, quien recuerda que Marco le iba a las Chivas.

Marco fue la cuarta víctima en los hechos donde Jonathan Morales y Filimón Tacuba, normalistas de cuarto año en Ayotzinapa, murieron a manos de hombres que quisieron asaltarlos, según la versión oficial y luego de que se opusieron los mataron. Choferes del transporte público, amigos de Marco, su esposa y dos hijas, de 17 y 10 años, le lloraron en silencio.

De la víctima número tres sólo se sabe que era originario de Tixtla y maestro de profesión; murió, de acuerdo con la versión de la FGE, en el mismo hecho en el que los hombres borrachos y que habían consumido estupefacientes bajaron a los estudiantes y los mataron. Él tuvo la misma suerte, pero rumbo al hospital.

Cuando miembros de la familia de Marco reclamaron el cuerpo a la FGE les explicaron que con base en las primeras investigaciones, sabían que se negó a darles el vehículo o el dinero. No entienden bien y prefieren no saber. No pusieron denuncia y no es que decidan dejar el caso en la impunidad: “¡Pero para qué si no hay justicia!, ¿para que luego se venguen contra nosotros?”, preguntan.

Desde los 20 años era chofer, le gustaba su trabajo, a pesar de que los códigos para ejercer habían cambiado en los últimos años. Le compartía a su familia que sí había tenido problemas con la delincuencia organizada, pero no directos, sino porque el sector de transportes era un blanco clave.

Su familia dice que no tiene caso moverle a nada y temen incluso de compartir la historia, pero confían en los caminos de Dios. Marco no tendrá rezos religiosos, como acostumbran los católicos, porque ellos son cristianos evangélicos.

En Chilpancingo, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad Pública del municipio, han ocurrido 186 homicidios dolosos en lo que va de 2016. La dependencia asegura que van 10 asaltos a transportes: ocho de taxis y dos de combis de diferentes rutas. Después de Acapulco, con más de 800 homicidios, es el municipio con mayor tasa de muerte. La familia cuenta que tratan de aceptar la muerte de Marco, quien era responsable, trabajador, le gustaba un poco de diversión, pero nunca los excesos. Miembros de la familia recuerdan que a veces trabajaba desde el amancer hasta el anochecer.

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