Ciudad del Carmen

“Nos está cargando el payaso”, dice sin más Emilio, un taxista que presta sus servicios en el aeropuerto de esta ciudad. No se sabe si se trata de un arranque de sinceridad por la crisis que vive esta isla o sólo el preámbulo de que va a cobrar alguna tarifa exorbitante.

“Este aeropuerto está a punto de convertirse en fantasma, ¡ah!...”, suelta el hombre , y detalla que hace unos meses todavía llegaban a observarse hasta ocho vuelos al día.

“Venían de Houston, de San Antonio, de la Ciudad de México. Llegaban llenos de trabajadores gringos, de mexicanos… de otros países. No nos dábamos abasto para llevar a los pasajeros a sus hoteles, a sus empresas… Actualmente sólo hay dos vuelos al día y a veces cancelan uno de los dos por falta de pasaje”, se lamenta el taxista, quien dice que llegaba a  ganar hasta mil 400 pesos diarios y hoy apenas obtiene 400 pesos “si bien me va”.

El conductor deja que se haga un largo silencio y con su característico acento peninsular dice de pronto: “pero no sólo es el aeropuerto… toda la ciudad se está quedando sola”.  Al decirlo, Emilio voltea y en su rostro se observa confusión y desasosiego.

Una crisis que va para 10 meses

En esta ciudad de casi 250 mil habitantes la crisis de la industria petrolera, que comenzó a principios de año, ha dejado como saldo miles de empleos perdidos, decenas de negocios cerrados, remate de casas y edificios e incremento en delitos patrimoniales.

“El recorte presupuestal de 100 mil millones de pesos a Pemex, el desplome del precio del petróleo, pero también la falta de visión del empresariado local, que nunca avistó las consecuencias de depender de un solo producto, son las causas de este desplome”, dice Silvestre Fuentes Flores, presidente de la Cámara Nacional de Comercio local (Canaco), quien agrega que de Ciudad del Carmen se extraía 70% de la producción del hidrocarburo nacional y la economía local dependía 100% de ese sector. “No es casualidad que hoy esta urbe se hunda sin remedio”, dice.

“Para ver la magnitud de la crisis”, este poblano llegado a estos lares durante la época de la gran bonanza petrolera sugiere darse una vuelta por el malecón, donde hay decenas de barcos parados por falta de trabajo.

En efecto, desde la barda del malecón se observan más de 50 embarcaciones de diversas compañías atracadas a poco metros de la ciudad.

Las naves, explica Fuentes Flores, son principalmente de transporte de personal y de servicios costa afuera y se encuentran detenidas porque las empresas a las que pertenecen ya no tienen contrato. Debido al recorte presupuestal,  Pemex cerró las llaves y este año los convenios con las compañías proveedoras no se renovaron.

 El jardín de los lamentos

De acuerdo con el reporte del IMSS sobre creación de puestos de trabajo hasta agosto pasado, Campeche perdió casi 22 mil empleos formales entre 2015 y 2016. El estado cayó 14.2% a tasa anual en generación de empleo, lo que la convierte en la entidad con el peor desempeño del país en ese rubro.

Un contraste con lo que sucede a nivel nacional, pues en agosto el IMSS reportó la creación de 118 mil 96 puestos de trabajo en el país. “El mayor incremento mensual desde que se tenga registro para un agosto”, destaca.

Una  vuelta por el parque Zaragoza sirve no sólo para dimensionar el tamaño del problema, sino también para darle voz y rostro a los datos duros. La gente ha rebautizado el lugar y actualmente le llama el “jardín  de los lamentos”, porque por las tardes ahí se reúnen a contar sus desventuras los trabajadores petroleros despedidos que todavía guardan esperanzas de volver a subir a las plataformas y no han regresado a sus lugares de origen.

El rito es similar. Los obreros se levantan muy temprano y comienzan a tocar las puertas de las empresas que aún permanecen en la isla. Pero sin contratos con Pemex, es imposible hallar empleo.

Decenas de obreros acuden a este parque a compartir sus desventuras, a recibir una palmada en la espalda de sus compañeros de desgracia. Es fácil identificarlos. Rondan con gorritas beisboleras, con mochilas en la espalda, con pantalones de mezclilla, con playeras coloridas y los cuerpos encorvados. Aunque en sus rostros se dibuja la incertidumbre, todavía queda espacio para la esperanza.

Trabajaban para empresas como Grazprom, Halliburton, Evya, Schlumberger y Cotemar, entre otras, donde eran ingenieros, superintendente, soldadores, maniobristas, buzos…

Como José Abel Vázquez Vicente de Juchitán, de 40 años, quien era soldador en Cotemar, con un salario de entre 14 y 15 mil pesos catorcenales. No quiere regresar a Oaxaca, dice, donde ganaba 150 pesos diarios en el campo.

Como Fermín González, de Paraíso, Tabasco, de 29 años, quien trabajaba como maniobrista en Triple M donde le pagaban 12 mil pesos catorcenales.

“He ido a cinco empresas, y me dicen lo mismo, que no hay nada. Ya no te piden ni el currículum”, se lamenta Fermín, quien vive de los ahorros que logró con su finiquito.

La espera interminable

Como Jesús Vázquez,  maniobrista de Garzprom, quien fue omitido de las listas de abordaje, pero no tiene notificación de haber sido dado de baja.

Para vivir al día, este veracruzano de 38 años ha recurrido a prestamistas, pero también busca en la pesca una manera de obtener ingresos y alimento. Como otros obreros, ha iniciado una demanda para obtener su finiquito.

Como Patricio Valdez, quien era ayudante en Baker y ya cumplió ocho meses sin trabajo, este campechano de 42 años está en espera de su finiquito. “Nos dijeron que aguantáramos, que nos iban a llamar. Ya pasó más de medio año y no hay para cuando”. Vive de sus ahorros. “El salario era bueno, al mes alcanzábamos hasta 48 mil, ya libres”.

Los locatarios del mercado Alonso Felipe de Andrade confirman lo grave de la situación. “Antes invertíamos hasta 5 mil pesos en la elaboración de los guisos, ahora sólo hacemos un gasto de mil 500 pesos ”, señala Margarita Echeverría, presidenta de la Unión de Locatarios de ese mercado.

La historia es la misma en sitios que solían visitar trabajadores: bares,  playas, antros, sitios de taxis, restaurantes y hoteles. En estos últimos dos sectores la crisis se siente con más fuerza.

Hilario Aquino, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera en Carmen (Canirac), dice que de 104 negocios, a septiembre 16 han tenido que cerrar, un número igual ha preferido emigrar a otros estados. Los que permanecen abiertos, señala,  trabajan a un 35%. “Los empresarios restauranteros han prescindido de un 75% de su personal”, informa.

“Se rentan habitaciones”

Para los hoteleros el panorama es similar. Si a finales del año pasado todavía era difícil hallar cuartos disponibles, ahora abundan los letreros en paredes y ventanas con un mensaje inequívoco: “se rentan habitaciones”.

Silvestre Fuentes dice que los hoteles eran ocupados 100%, hasta por varios meses, por empleados de compañías que le daban servicio a Pemex.

Victoria Álvarez, presidenta de la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles (AMHM), recuerda que los primeros avisos de lo que venía comenzaron a darse a finales del año pasado.

Dueña del céntrico hotel Victoria, con 42 habitaciones en una casona construida en 1810 y adquirida por su padre en los años 40 del siglo XX, narra que en octubre de 2015 empezó a bajar la ocupación. “En diciembre no había nadie. Pensamos que se habían ido de vacaciones. Pero nunca regresaron”.

Al 7 de septiembre, de los 49 hoteles de que pertenecen a la AMHM, ocho ya quebraron y 38 más han cerrado parte de sus instalaciones.

Es el caso del propio hotel Victoria: de sus 47 habitaciones, 30 se encuentran cerradas. Aunque regularmente se ocupan sólo una o dos. “De enero a septiembre la industria hotelera ha despedido a 735 empleados, lo que ha afectado de manera indirecta a 2 mil 940 personas, si tomamos en cuenta a las familias”, dice Victoria. “Tuve que despedir a los 17 empleados que tenía. Todos me dolieron, pero sobre todo los dos más antiguos. Uno era un hombre que tenía conmigo lo que tiene este hotel (30 años). El día que le di la noticia no me atrevía. Si de por sí ya tenía un sentimiento enorme, fue aún más difícil cuando me dijo que a su esposa le descubrieron unos tumores en su seno. Imagínese. Lo primero que me preguntó, muy preocupado, era que si le iba a quitar el seguro social. Si yo se lo hubiera podido dejar, se lo hubiera dejado, pero no fue posible”. De pronto, Victoria se quiebra: “Mejor cambiemos de tema, por favor...”.

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