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Acatempa.— Juventino Carranza Tejacal, tercer asesinado por presuntos asaltantes que también mataron a dos normalistas de Ayotzinapa, ganaba 2 mil 500 pesos a la quincena y trabajaba como capacitador del programa de lenguas indígenas del Instituto Estatal para la Educación de Jóvenes y Adultos de Guerrero (IEEJAG).

Juventino regresaba a su casa en la urvan de transporte público que fue asaltada en el kilómetro 4 de la carretera federal Chilpancingo-Tixtla, de acuerdo con la Fiscalía General del Estado (FGE). Nunca llegaba después de las 17:30 horas a Acatempa, una de las comunidades de Tixtla con Policía Comunitaria. Su esposa Alma lo buscó toda la tarde-noche. No le sirvió como de costumbre su comida.

Fue hasta el día siguiente que la señora, de 32 años, con quien tuvo tres hijos —una de 14, uno de 13 y otro de 11— supo que su marido, de 35 años, estaba muerto. Sus hermanos y familiares cercanos supieron del supuesto asalto en el que murieron Filemón Tacuba y Jonathan Morales, alumnos de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, ubicada a sólo 15 minutos de su comunidad nahua.

Acatempa conecta con Mártir de Cuilapan, tiene poco más de 2 mil habitantes y población indígena nahua.

Juventino era un hombre tranquilo, afirma su suegra Lucía. Profesaba la religión cristiana evangélica y trabajaba desde 2010 en el IEEJAG, organismo estatal que tiene programas de enseñanza para adultos. Su labor era capacitar a maestros para instruir en náhuatl.

Sus hijos, a más de una semana de lo ocurrido, prefieren no hablar. Lucía asegura que su hija ya no quiere moverle al caso porque ni de esa madera recuperarán la vida de su yerno. La familia está pensando cómo ayudar a Alma, quien era ama de casa, porque su esposo siempre llevó el sustento. Pero pedir becas o finiquitos no se lo han planteado. “Mi hija no es así”, dice.

Cuenta que en Facebook sus hijos se dieron cuenta de que habían matado a otra persona, además de los normalistas, pero no pensaron que fuera Juventino, quien no aparecía y nunca faltaba a la hora de la comida en casa. Salía minutos previos a las 7:00 horas para llegar a las oficinas de su trabajo en la capital y regresaba mucho antes de las 18:00 horas, cuando, tiene entendido, ocurrió el asalto.

El 5 de octubre, cuenta, la familia tuvo que ir por él a Chilpancingo. “Les avisaron que había muerto en el hospital y lo trajimos para sepultarlo”.

Al igual que ellos, la familia de Marcos, el chofer de la ruta Ampliación Reforma, que fue la cuarta persona asesinada en los hechos del 4 de octubre, tiene miedo de decir demasiado. “La delincuencia está muy mal, todo está muy mal y prefiere uno estar tranquilo”.

Esta familia no tiene considerado ir al careo público que habrá este jueves en Ciudad Judicial con los cinco detenidos, también acusados de otros nueve homicidios y de herir a cuatro personas más el 4 de octubre. Asistirá la defensa de la Normal de Ayotzinapa.

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