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Arturo, de 29 años, integrante de la Gendarmería, casado y padre de dos hijos, fue humillado y retenido con violencia física y verbal por maestros de la CNTE el 21 de junio por más de 12 horas, tiempo en el que sólo pensaba en su familia.

Según relata a EL UNIVERSAL al momento de descender de una pequeña avioneta en el hangar de la Policía Federal después de un viaje de 30 minutos desde Oaxaca a la Ciudad de México. Avanza con dificultad.

Para él quienes lo retuvieron por más de 12 horas sobre la carretera por las inmediaciones del aeropuerto hacia Oaxaca no tienen nada de profesores, ni merecen su respeto por el nivel de violencia verbal que les prodigaron a él y a su compañero Lucio, al retenerlos y exhibirnos como lo hicieron. “No creo que esa deba de ser la actitud de un maestro; qué ejemplo le están dando a los niños pequeños, ¿a ser igual que ellos?”, pregunta.

“Estoy de acuerdo en que cada quien es libre de manifestarse, pero la forma en que ellos lo hacen no es una manifestación sino vandalismo, no es el modo ni la forma adecuada de hacerlo; saquean lugares, nos agreden como lo hicieron con nosotros, fuimos sujetos de un acto vandálico”, asegura el residente del Estado de México, con grado de policía tercero.

En retrospectiva y a salvo, Arturo recuerda que aquella mañana salieron temprano para dirigirse hacia la ciudad judicial, Arturo manejaba una pipa para abastecer agua a uno de los tres cuarteles móviles en Oaxaca.

Llevaban la mitad del camino cuando un grupo de encapuchados, con palos y piedras, les bloquearon el camino. No iban armados. Es la primera situación a la que se enfrenta de privación ilegal de la libertad desde hace dos años, fecha en la que comenzó a estar activo en la Policía Federal.

“Siempre me gustó el lema de proteger y servir a la comunidad , por eso ingresé a la Policía Federal”, dice.

“Íbamos prácticamente con la urgencia de abastecer agua en la ciudad judicial por la Carretera Oaxaca-Puerto Escondido. Recibimos la instrucción de salir y no sabíamos que había personas, maestros en la carretera”.

Al verlos “desconocíamos quiénes eran. Nos bajaron de la pipa, poncharon las llantas. Nos quitaron el radio y los celulares. Nos arrodillaron, nos quitaron los calcetines y los zapatos, a mi compañero le quitaron la camisa, nos golpearon, nos hicieron cargar una manta que no sabíamos qué decía; tuvimos la mirada abajo, mirando el piso todo el tiempo.

“Los coches y taxis que iban pasando por la carretera nos veían cargando esa manta y arrodillados, pasaban despacio. La manta contenía las exigencias de la CNTE en contra de la reforma educativa”, explica.

Luego vinieron los gritos: “¡Hijos de su puta madre, nos lo vamos a chingar!, eran hombres y mujeres a la par, y también había niños”, relata a unas horas de haber sido liberado.

“Al ver la turba, un poco antes de que nos detuvieran, alcanzamos a avisarles a nuestros superiores que nos había agarrado el retén”.

Iban llegando más personas que al final resultaron aproximadamente 500; todos encapuchados. Después, como a las 10 de la noche, “sólo nos dijeron: ‘¡córranle hijos de la chingada, tienen cinco minutos para correr!’”.

Arturo vio como sus botas eran arrojadas. “No sé a donde fueron a parar”. Asegura que sus mandos hicieron una negociación con los agresores. Orar es lo único que pudo hacer y guardar la calma para esperar y enfrentar la situación que se iba a dar. “Nunca perdí la calma, son situaciones para las que estamos de algún modo entrenados”, asegura este hombre a quien le cuesta caminar por las heridas en la planta de sus pies.

“Pensé que seríamos linchados, cuando nos dijeron que corriéramos, pensé en mi familia; estuvimos lejos desde las 9:30 de la mañana. Después nos encontraron unas personas de derechos humanos y nos regresaron al cuartel”, dice.

Después de reportarse ante sus mandos, la primera llamada que Armando hizo fue a sus padres. Dice que no dejará su trabajo en la policía. “Mi trabajo me gusta, estos enfrentamientos son parte de mi trabajo; me gusta la institución y lo que hago, a pesar del riesgo al que nos enfrentamos”.

Los policías Arturo y Lucio presentaron su denuncia ante el Ministerio Público de Oaxaca por retención y libre tránsito, así como por privación ilegal de la libertad contra quien resulte responsable.

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