Hermosillo.— Con 10 años, César Fernando Díaz Lucero es “un guerrero de grandes batallas”, toma lo mejor que la vida le ofrece con una amplia sonrisa. Es feliz, no siente desventaja con ningún niño de su edad.

El recuerdo de aquel infortunado 5 de junio de 2009, cuando una maestra lo movía desesperada y le decía “¡Despierta, hay un incendio!”, lo lleva marcado en su cuerpo.

Han sido múltiples entradas y salidas al quirófano, sus padres Fabiola Lucero Noriega y Julio César Díaz Damián ya perdieron la cuenta. Está de nuevo en el Hospital Shriners de Sacramento, California, donde le están poniendo expansores en su cabeza y en su cuerpo.

Este proceso de rehabilitación lo tendrá con permanencia de por lo menos cuatro meses en Estados Unidos. Sabe que es parte de su mejoría, luego de sufrir quemaduras de segundo y tercer grado, hasta en 40% del cuerpo y en la cabeza cuando tenía tres años.

Entre risas nerviosas confiesa que tiene miedo a las agujas, pero está consciente de que es necesario.

Le gusta su vida. Cursa el cuarto año de primaria en el Colegio Muñoz, donde participa en el equipo de béisbol escolar como fielder de segunda base.

Porta con orgullo el uniforme y los integrantes de su equipo son sus amigos. Es disciplinado, va a clases, práctica béisbol, toma cursos particulares de violín y acude al sicólogo los lunes y los miércoles.

Su vida está llena de actividades, siempre está en movimiento, es inquieto, bromista, amoroso, buen hermano y por lo menos tiene siete mejores amigos.

En víspera de su partida, riendo comenta a EL UNIVERSAL que viene lo más difícil, su estadía en Sacramento donde cada semana le inflarán los expansores varios meses, para cerrar las cicatrices. “Duele mucho”, dice.

Mejora permanente. Dice que tiene la esperanza de acudir al campamento que organiza la Asociación Internacional Alisa Ann Roch Burn Foundation, que inicia el 5 de junio, la misma fecha que hizo parteaguas en su vida.

Como otros años, asistirán niños con quemaduras, tanto víctimas del incendio de la guardería ABC y de otros lugares de México y Estados Unidos.

Acomedido, saca varios recortes de periódicos donde se narra la tragedia que enlutó a México, ahí aparece su foto. Su físico está lejos de cómo se veía en 2011.

Tenía una gran cicatriz en la parte trasera de su cabeza y hoy en día casi tiene cubierto de cabello. En sus manos y piernas se notan las cicatrices de las quemaduras y de los cortes de piel que se le hicieron para hacerle injertos.

César Fernando registró un diagnóstico grave, estuvo delicado por quemaduras con mayores afectaciones en sus brazos, manos, piernas, una parte de la espalda y su cabeza.

El lado izquierdo de su cuerpo fue el más afectado. Sus dedos quedaron pegados y para separárselos le hicieron varios injertos de su propia piel.

La familia Díaz Lucero ha hecho grandes sacrificios, César tiene un hermano mayor de 12 años, él cumplirá 11 años el 1 de octubre, le sigue otro niño de cuatro y el menor tiene dos años.

En muchas ocasiones se han separado porque las actividades de cada integrante difieren con los tiempos de rehabilitación, pero se mantienen unidos enfrentando cualquier adversidad.

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